Con la designación de Robert Francis Prevost, papa León XIV, como sumo pontífice, la Orden de San Agustín accede al máximo cargo de la Iglesia. Esta congregación religiosa, de raíces mendicantes, fue formalmente constituida en el año 1244 y actualmente cuenta con presencia en más de 40 naciones distribuidas por todo el mundo.
Prevost, originario de Estados Unidos y con un extenso recorrido en tareas pastorales en distintos países de América Latina, se transforma en el primer Sumo Pontífice proveniente de la familia agustina. Su nombramiento representa una excepción a una práctica habitual —aunque no oficial— dentro del Colegio de Cardenales, que históricamente favorecía a miembros del clero diocesano o de congregaciones más prominentes como la Compañía de Jesús o la Orden de los Hermanos Menores.
Se acordó el uso de un hábito negro con cinturón de cuero.
El origen de la Orden de San Agustín
La figura del flamante pontífice está íntimamente relacionada con la espiritualidad, el compromiso misionero y la herencia de la tradición agustiniana, una de las órdenes religiosas más influyentes dentro del catolicismo, que si bien lleva el nombre de san Agustín de Hipona, no fue establecida por él de manera directa.
El origen de los agustinos se remonta a la unión de diversos grupos de vida eremítica que surgieron de forma espontánea en Italia durante el siglo XII, junto con el interés de la Iglesia por integrarlos bajo una normativa común. Hacia el final de esa centuria, varias agrupaciones de fieles laicos, movidos por el anhelo de llevar una vida austera basada en la oración y la penitencia, optaron por apartarse del entorno mundano para entregarse a la vida contemplativa.
Dos personajes fueron fundamentales en el surgimiento de lo que más tarde se convertiría en una orden religiosa: Juan Bono, originario de Mantua, y Guillermo de Malavalle, un asceta francés que llevó una vida de penitencia en la región de Toscana. Ambos inspiraron a pequeños grupos de seguidores que, aunque no estructurados formalmente como órdenes, compartían un estilo de vida basado en la sencillez, la oración y la vida comunitaria.
León XIV, el primer papa agustino.
El proceso de institucionalización comenzó cuando el papa Inocencio IV, el 6 de diciembre de 1243, emitió una bula en la que instaba a los ermitaños de la Toscana —exceptuando a los discípulos de san Guillermo— a integrarse en una sola comunidad religiosa siguiendo la Regla de san Agustín. La unificación se llevó a cabo en marzo del año siguiente, en Roma, bajo la supervisión del cardenal Ricardo Annibaldi. En esa primera asamblea se estableció el hábito oficial: una túnica negra con un cinturón de cuero, se redactaron las normas iniciales de convivencia y se nombró a un prior general que lideraría el nuevo instituto.
Con el tiempo, en el año 1256, el papa Alejandro IV decidió ampliar la unificación a grupos de ermitaños provenientes de distintas zonas, lo que dio lugar a la consolidación formal de la comunidad bajo la denominación de Hermanos Ermitaños de San Agustín. De este modo se conformó oficialmente una de las cuatro grandes órdenes mendicantes aprobadas por la Iglesia católica.
Situada a lo largo de los muros orientales, la parroquia de Sant'Anna fue confiada formalmente al cuidado de la Orden de los Agustinos por el Papa Pío XI en 1929.
Los tres fundamentos esenciales de la Regla de san Agustín
La Regla de san Agustín, redactada en el siglo V, se apoya en tres fundamentos esenciales: la convivencia comunitaria, la búsqueda espiritual centrada en Dios y el amor fraterno. A diferencia de otros institutos religiosos surgidos alrededor de una personalidad fundadora específica, los agustinos nacieron por impulso de la autoridad eclesiástica, que eligió a Agustín como modelo y su enseñanza como estructura normativa adecuada para responder a las nuevas formas de consagración que florecieron entre los siglos XII y XIII.
Esta forma de espiritualidad pone el énfasis en la unión interior y el consenso colectivo (unitas), en una actitud constante de renovación personal y en una dedicación concreta al bien común. Como miembros de una orden mendicante, los agustinos subsisten gracias a la generosidad de las personas a las que acompañan, integrando momentos de recogimiento espiritual con labores evangelizadoras y pastorales. Esta manera de vivir la fe los distingue tanto de los monjes, que permanecen ligados a un solo claustro, como de los sacerdotes diocesanos, quienes actúan dentro de estructuras parroquiales bajo la supervisión de un obispo.
Con la elección de Robert Francis Prevost como nuevo pontífice, la Orden de San Agustín alcanza la Sede de Pedro.
Desde sus primeros tiempos, la Orden de San Agustín se propagó con rapidez por territorios como Italia, España, Francia y Alemania. Más adelante, en el marco de la expansión colonial europea, los integrantes de la comunidad desempeñaron un rol activo en tareas evangelizadoras en continentes como África, Asia y América Latina. En el caso de Estados Unidos, la llegada de los agustinos se remonta a 1794, cuando el obispo John Carroll pidió ayuda a la Iglesia de Irlanda para poder asistir espiritualmente a los fieles católicos del joven país norteamericano.
En ese mismo período, el primer miembro de la orden agustina, John Rosseter, desembarcó en Filadelfia, y dos años más tarde, en 1796, arribó Matthew Carr. Este último estableció la Provincia de Santo Tomás de Villanova, que se convirtió en el centro neurálgico de la presencia agustiniana en el noreste del país. Ya en el transcurso del siglo XX, surgieron nuevas divisiones territoriales: la Provincia de Nuestra Madre del Buen Consejo en la región del Medio Oeste, la Provincia de San Agustín en el estado de California, y la Provincia de San José en Ontario, Canadá.
Quiénes son los agustinos, la orden del nuevo papa.
La vigencia que tiene la Orden de San Agustín
La trayectoria de Robert Prevost, hoy conocido como León XIV, se desarrolla dentro de este marco. Criado espiritualmente en la provincia agustiniana estadounidense, fue destinado como misionero a la ciudad de Chiclayo, ubicada en el norte del Perú, donde ejerció funciones como párroco, guía de vocaciones y posteriormente como obispo. En ese entorno, se integró plenamente al idioma, las costumbres locales y a la realidad eclesial latinoamericana. Más adelante, fue elegido como líder mundial de los agustinos y, en 2023, asumió el cargo de prefecto del Dicasterio para los Obispos en el Vaticano.
Hoy en día, la Orden de San Agustín mantiene presencia en más de 40 naciones, desarrollando su labor en ámbitos como la enseñanza, la evangelización, la atención pastoral, la formación en teología y diversas tareas sociales. Su labor es particularmente significativa en zonas urbanas y con diversidad cultural, donde impulsan el modelo de “comunidad en medio del mundo”.
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