En el año 1223, San Francisco de Asís introdujo una tradición que revolucionaría la forma en que se conmemora la Navidad.
Orígenes históricos de la Navidad y el Sol Invicto
El nacimiento de Jesús, figura fundamental del cristianismo, no tiene una fecha precisa en los Evangelios. Fue en el siglo IV, bajo el papado de Julio I, cuando se fijó oficialmente el 25 de diciembre como el día de la Navidad. No obstante, esta elección no fue arbitraria. La Iglesia cristiana intentaba consolidar las nuevas prácticas religiosas mientras integraba tradiciones paganas profundamente arraigadas en el Imperio Romano.
Estas celebraciones paganas brindaban a la Iglesia una oportunidad para incorporar a la población sin generar cambios culturales drásticos. Al mismo tiempo, el cristianismo iba adquiriendo mayor poder político, respaldado por emperadores como Constantino I, quien legalizó la religión cristiana mediante el Edicto de Milán en 313 d.C., y Teodosio I, quien la proclamó oficial en 380 d.C.. De este modo, la Navidad no solo se afianzó como una festividad religiosa, sino que también se convirtió en una herramienta de unidad cultural dentro del Imperio.
Hoy, la Navidad conserva muchos de sus símbolos tradicionales, como el pesebre, el árbol decorado y las reuniones familiares.
El relato de Lucas sobre el nacimiento de Jesús lo sitúa en un modesto pesebre, con pastores presentes para presenciar su llegada. No obstante, numerosos historiadores sostienen que el entorno descrito —pastores vigilando sus rebaños al aire libre— es poco probable, dado el frío invierno en Belén, que incluso experimenta nevadas en diciembre. Esto plantea la posibilidad de que el nacimiento haya tenido lugar en primavera o verano, entre los meses de abril y septiembre.
En los primeros siglos del cristianismo, la devoción de los fieles se centraba principalmente en la muerte y resurrección de Cristo, hechos fundamentales de la fe. La conmemoración del nacimiento fue una adición posterior, reflejo de la evolución de la práctica cristiana, que se fue adaptando a las exigencias litúrgicas y sociales.
Al inicio del cristianismo, mientras la fe se consolidaba, no se conmemoraba el nacimiento de Cristo, sino su muerte y resurrección, elementos clave para los creyentes. Con el tiempo, y a medida que pasaban los siglos, comenzó a surgir la tradición de recordar su nacimiento.
Lejos de limitarse a los personajes bíblicos, el pesebre napolitano integró escenas de la vida cotidiana del siglo XVIII.
La festividad de la Navidad, celebrada el 25 de diciembre, ganó un gran impulso cuando el emperador romano Constantino I otorgó legalidad al cristianismo en el año 313 d.C. mediante el Edicto de Milán. Posteriormente, en 380 d.C., el cristianismo fue proclamado como la religión oficial del Imperio Romano por el emperador Teodosio I. Este acto consolidó la Navidad como una fecha de gran relevancia litúrgica.
En 1223, San Francisco de Asís instauró una tradición que transformaría la manera en que se celebra la Navidad: el pesebre viviente. En el pueblo de Greccio, en Italia, San Francisco recreó el nacimiento de Jesús con la participación de personas y animales. De este modo, subrayó la humildad y la humanidad de tan significativo evento.
El impacto de este primer pesebre se expandió rápidamente. En diversas partes de Europa comenzaron a surgir representaciones que combinaban la devoción religiosa con manifestaciones artísticas. Un ejemplo destacado fue el pesebre napolitano, que llevó esta costumbre al terreno del arte y la cultura popular.
En lugar de limitarse únicamente a los personajes del relato bíblico, el pesebre napolitano incorporó escenas de la vida diaria del siglo XVIII, como campesinos, artesanos y mercados bulliciosos que rodeaban el portal de Belén. Este enfoque, promovido por personalidades como San Cayetano en Nápoles y el rey Carlos III de Borbón, subrayó la relación entre lo sagrado y lo mundano, convirtiendo al pesebre en un medio para conservar las tradiciones locales.
Hoy, la Navidad conserva muchos de sus símbolos tradicionales, como el pesebre, el árbol decorado y las reuniones familiares.
En el Virreinato del Río de la Plata, la celebración de la Navidad fusionaba las tradiciones traídas por los colonizadores españoles con costumbres autóctonas. La festividad tenía un marcado enfoque litúrgico: las Misas de Gallo ocupaban un lugar central, acompañadas de villancicos y la colocación de pesebres tanto en iglesias como en hogares.
Personalidades como Santa María Antonia de San José, conocida como "Mama Antula", fueron cruciales para fomentar la devoción al Niño Jesús, a quien solía llamar de manera afectuosa "Manuelito". Las representaciones teatrales conocidas como autos sacramentales, que dramatizaban el nacimiento de Cristo, también tuvieron un papel esencial, combinando música y teatro para transmitir el mensaje cristiano a las comunidades.
A pesar de su enfoque religioso, las festividades incluían festines y componentes de júbilo popular. Comidas como asados, empanadas y dulces reflejaban la cocina criolla, mientras que los fuegos artificiales y la iluminación con velas sumaban un aire festivo. En la Plaza Mayor de Buenos Aires (hoy conocida como Plaza de Mayo), se llevaban a cabo corridas de toros como parte de las celebraciones.
La historia de San Francisco de Asís como impulsor del pesebre.
En este marco, las comunidades indígenas y afrodescendientes también tomaban parte, trayendo sus propias costumbres y generando una Navidad mestiza, en la que se combinaban elementos de las tradiciones europeas, americanas y africanas. Para los afrodescendientes, el 6 de enero, día de San Baltasar, adquiría un valor especial como festividad en honor al rey mago negro.
Tradiciones contemporáneas y la sombra de lo comercial
Actualmente, la Navidad mantiene gran parte de sus símbolos tradicionales, como el belén, el árbol adornado y los encuentros familiares. No obstante, el creciente enfoque comercial de la festividad ha reducido en cierta medida su relevancia religiosa.
Personajes como Santa Claus —proveniente del término francés "Père Noël" (Padre Navidad)— y las luces en los centros comerciales se volvieron omnipresentes, a menudo desplazando al belén como el centro de la celebración. En algunas regiones, incluso se opta por no decir "Feliz Navidad" para evitar ofender a quienes no profesan el cristianismo, lo que refuerza la idea de la festividad como un evento global, más que estrictamente religioso.
Más allá del pesebre y los villancicos, esta festividad reúne influencias que van desde una celebración pagana hasta la modernidad comercial.
A pesar de todo, algunas costumbres siguen vigentes. La Nochebuena, con sus cenas en familia y el brindis a la medianoche, continúa siendo una ocasión para el reencuentro y la reflexión. El valor simbólico de las 12 de la noche, momento en que resuena el canto del Gloria en la liturgia católica, rememora el anuncio del nacimiento de Jesús, aunque muchas familias lo entienden de una manera más secular.
Reflexión final
La Navidad es una de esas festividades que ilustra de manera única la habilidad humana para transformar las tradiciones, adaptarlas y transmitirse a lo largo de los tiempos. Desde sus vínculos con los ciclos solares en la Roma antigua, pasando por la devoción de San Francisco de Asís, hasta la diversidad cultural del Virreinato del Río de la Plata, esta celebración fue influenciada por diversas corrientes.
La Navidad es una festividad que, como pocas, refleja la capacidad humana para reinventar las tradiciones, adaptarlas y transmitirlas de generación en generación.
Hoy en día, el reto radica en encontrar un equilibrio entre el legado religioso y cultural de la Navidad y las exigencias de un mundo cada vez más globalizado y comercial. Entre luces y obsequios, el pesebre sigue representando un símbolo de humildad y humanidad.
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