El azúcar ha sido objeto de una fuerte demonización en los últimos tiempos. Está presente en numerosos alimentos cotidianos y es responsable del sabor dulce distintivo de las frutas. A pesar de ello, muchas personas buscan limitar su ingesta al mínimo o incluso eliminarlo por completo.
Asimismo, la máxima autoridad sanitaria a nivel global aclara que al hablar de la reducción de azúcares se está haciendo referencia a los monosacáridos (tales como la glucosa y la fructosa) y los disacáridos (como la sacarosa o el azúcar común), que son añadidos a los alimentos y bebidas por el fabricante, cocinero o consumidor, así como los azúcares naturalmente presentes en la miel, jarabes, jugos de fruta y concentrados de zumo de fruta.
En cambio, no se refiere a los azúcares de las frutas frescas y verduras o los azúcares presentes de forma natural en la leche, “porque no hay evidencia sobre los efectos adversos de consumir estos azúcares”, según expresa.
El azúcar es clasificado entre los carbohidratos, que constituyen los compuestos orgánicos más prevalentes en la naturaleza y representan una excelente fuente de energía, proporcionando cuatro calorías por cada gramo.
Dentro del espectro de los carbohidratos, los azúcares están catalogados como carbohidratos de asimilación veloz. Esto implica que al consumir alimentos que contienen azúcares, el cuerpo los metaboliza y absorbe fácilmente debido a su estructura, lo que permite obtener energía de manera rápida y eficiente.
Es por esta razón que se les denomina así, en contraste con los carbohidratos complejos, los cuales son digeridos y absorbidos de manera más lenta. Esto significa que proporcionan energía de forma sostenida a lo largo del tiempo.
El azúcar es un aporte energético de rápida y sencilla absorción indispensable para el cuerpo, especialmente para el cerebro, los músculos y el sistema nervioso. Además de otorgar un sabor agradable, facilita la aceptación de otros alimentos como productos lácteos, frutas y zumos, contribuyendo así a su incorporación en nuestra dieta. Por consiguiente, se aconseja consumirlo con moderación, como parte de una alimentación balanceada, en todas las etapas de la vida.
Es crucial comprender que ingerir azúcar inhibe la producción de una hormona denominada leptina, encargada de inducir la sensación de saciedad tras las comidas. Como resultado de un consumo excesivo de azúcar, persistirá un deseo insaciable de comer y continuar disfrutando del sabor dulce.
Por lo tanto, al prescindir de la ingesta de azúcar, el cuerpo restablece un control adecuado del apetito, y los alimentos proporcionan una sensación de saciedad más marcada, lo que resulta en una ingesta reducida de calorías y dulces, lo cual es beneficioso para la salud.
En esta línea, los expertos señalan siete cambios que ocurren en el organismo cuando se suspende el consumo de este ingrediente durante un mes:
- Experimenta un aumento en la vitalidad. Este componente tiende a ralentizar a las personas y a menudo las deja sin energía. Por ello, se aconseja consumir más proteínas, grasas saludables y alimentos sin procesar.
- Potencia la creatividad y el ánimo. El exceso de azúcar puede impactar negativamente en diversas funciones cerebrales. Por ende, al prescindir de ella, se aclara la mente y se mejora el rendimiento cognitivo.
- Disminuye los deseos compulsivos y el hambre. Cuanto más azúcar se ingiere, mayor será el impulso de comer. Al reducir o eliminar por completo el azúcar de la dieta, se experimentarán menos antojos.
- Facilita la pérdida de peso. Si la energía derivada de este componente no se gasta inmediatamente después de su consumo, se almacenará en forma de grasa corporal, lo que contribuirá a un aumento de peso, además de constituir calorías vacías.
- Alivia la ansiedad. El consumo excesivo de azúcar puede afectar también las hormonas, como la insulina, provocando desequilibrios en los niveles hormonales.
- Contribuye a la salud cutánea. La ingesta de azúcar puede generar la formación de compuestos que perjudican el colágeno y la elastina.
- Facilita un sueño reparador y un descanso óptimo.
Conforme a la información proporcionada por MedlinePlus, un recurso de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, “el término azúcar se usa para describir una amplia gama de compuestos que varían en dulzura”.
Después de identificar los tipos de azúcares comunes, como la glucosa, fructosa (presente naturalmente en las frutas), galactosa, sacarosa (azúcar de mesa), lactosa (en la leche) y maltosa (derivada de la digestión del almidón), se señaló que la mayor parte del azúcar en la dieta estadounidense procede de azúcares añadidos a los alimentos.
En ese sentido, destacaron: “Muchos alimentos con azúcares agregados a menudo aportan calorías sin otros nutrientes. Estos alimentos y bebidas con frecuencia se denominan calorías ‘vacías’. Por lo contrario, los alimentos que contienen azúcares naturales (como las frutas) también incluyen vitaminas, minerales y fibra”.
En su forma natural, el azúcar presenta un tono marrón, lo que permite inferir su nivel de refinamiento. Si su color es más claro, es probable que esté más refinada y contenga menos nutrientes.
El proceso de refinamiento del azúcar se asemeja al pulido de piedras para crear diamantes: se eliminan las impurezas hasta alcanzar la perfección, aunque en este contexto, dichas impurezas son únicamente físicas y representan todo el contenido nutricional.
El proceso de refinamiento consta de ocho pasos:
- Lavado de la caña de azúcar. Durante esta etapa, se supervisan las cañas de azúcar seleccionadas para su uso como materia prima y se procede a un lavado meticuloso para eliminar cualquier suciedad de manera uniforme.
- Molienda. La caña de azúcar se introduce en un molino para iniciar el proceso de molienda, durante el cual se añade agua caliente para facilitar la máxima disolución de la sacarosa.
- Clarificación. En esta etapa, todo el material recolectado previamente se somete a un tratamiento con cal y luego se decanta. Esto se realiza con el fin de eliminar todas las fibras de la caña y conservar únicamente los carbohidratos de la planta. El producto resultante en esta fase es una melaza de color café.
- Evaporación. Aquí se obtiene una meladura o jarabe con productos sólidos. La intención es eliminar el exceso de agua para que el proceso sea más eficiente.
- Cristalización. En este punto los azúcares comienzan a formar cristales mucho más parecidos a lo que se conoce. Tienen formas irregulares y un color turbio todavía, pero se agregan carbohidratos externos para que comience a tomar el aspecto deseado.
- Centrifugación. Los cristales se colocan en cilindros grandes con mallas muy finas para enjuagarlos y refinarlos. Durante este proceso, se elimina cualquier residuo de melaza para garantizar la pureza del azúcar. Los cristales de azúcar se disuelven en agua caliente para luego solidificarse y formar cristales más puros y uniformes.
- Refinado. En esta fase, se procede a extraer y eliminar cualquier materia inorgánica presente. Luego, se añade ácido y sacarato de calcio para eliminar las impurezas restantes.
- Secado. El azúcar obtenido anteriormente se lava con grandes condensadores de vapor y se seca con aire caliente para después clasificar el azúcar de acuerdo a su tamaño.
Es ampliamente conocido que incluir frutas en la dieta es uno de los hábitos más aconsejables dentro de un estilo de vida saludable. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda consumir al menos cinco porciones al día para mantener una buena salud.
No obstante, las frutas contienen fructosa de forma natural, lo que ha generado dudas sobre si su consumo es recomendable, especialmente en un plan para perder peso.
Para tener una referencia, el contenido de azúcar en las frutas varía entre 1 y 20 gramos por cada 100 gramos. Es recomendable consumir la fruta entera para aprovechar al máximo sus beneficios, ya que si se consume en forma de jugo, el cuerpo absorbe los azúcares más rápidamente, lo que puede ocasionar un rápido aumento en los niveles de glucosa en sangre.
En esta perspectiva, algunas frutas con bajo contenido de azúcar incluyen el aguacate (0,7 gramos por cada 100 gramos), el limón (2,5 gramos), los arándanos (4 gramos), las frambuesas (5 gramos), la guayaba (5 gramos), el melón (6 gramos), la sandía (6 gramos), las fresas (7 gramos) y la mandarina (10 gramos).
Por otro lado, entre las frutas con mayor contenido de azúcar se encuentran los dátiles (63 gramos), la naranja (23 gramos), las uvas (20 gramos), la banana (entre 20 y 17 gramos), los higos (16 gramos), el mango (14,8 gramos), las cerezas (12 gramos) y la piña (10 gramos).
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