Resulta paradójico que en algunas circunstancias nos guste pasar miedo. Una película de terror que nos pone los pelos de punta se torna atrapante y sentimos alivio cuando la escena termina bien o cuando nos damos cuenta de que estamos viendo una mera fantasía, pero requiere un proceso inconsciente.
Entonces el miedo se alivia y da paso al disfrutar de algo que en principio nos ha atemorizado. De ello puede parecer entonces que no ese momento el que disfrutamos, sino lo que sucede después en contraposición con esa primera etapa.
Sin embargo surge el interrogante cuando por definición, el miedo es un proceso emocional que nos avisa de una amenaza, de algo que pone en riesgo nuestra integridad física o psíquica. Por lo tanto, la experiencia debería ser de todo menos regocijante.
Con el miedo se enciende el sistema de alarma
Para entender este fenómeno, debemos empezar concibiendo las emociones como un sistema de alarma que nos avisa que algo importante está ocurriendo.
Hay, por lo tanto, dos tipos de emociones:
- tono hedónico positivo, que son las que nos resultan agradables, las que queremos que se repitan
- tono hedónico negativo, que son las desagradables. No queremos que se repitan y nos llevan a alejarnos lo más posible de ellas.
Como buen sistema de alarma, las emociones deben estar activas el menor tiempo posible: si duran más de lo estrictamente necesario se convierten en un problema en sí mismas. Tienen que avisarnos de la situación y apagarse lo más rápidamente posible.
Miedo
Las emociones como el miedo deben estar activas el menor tiempo posible: si duran más de lo estrictamente necesario se convierten en un problema en sí mismas
Contrapeso de emociones
Para lograr esto, las emociones positivas y negativas se regulan entre sí. Es decir, después de la alegría que nos puede provocar un momento de amistad por ejemplo, viene la tristeza de no saber cuándo se puede repetir.
Del mismo modo, el miedo que nos puede producir el mirar una película de ficción; se disipa cuando nos damos cuenta que es justamente ficción.
El miedo se torna alivio, produce una emoción positiva que desactiva el propio temor cuando este ya no es necesario.
La psicología de las montañas rusas
El proceso oponente es el responsable de que cuando, por ejemplo, nos montamos en una montaña rusa, el miedo que nos produce nos resulte divertido, especialmente si la experiencia es suficientemente corta para que no nos sensibilicemos a dicho miedo.
Para que sea divertida, una montaña rusa debe asustar mucho durante un período muy breve. Pero las siguientes veces que nos montemos, el susto casi ya ni aparecerá, la anticipación que hemos aprendido de que saldremos ilesos de la situación hace que prácticamente no sintamos el miedo. Y al mismo tiempo, también irá desapareciendo la diversión del proceso oponente cuando termine.
La relación es directa: a más miedo, más diversión
Sumate al Canal de WhatsApp de TodoJujuy.com
Recibí las noticias en tu celular sumándote al Canal de WhatsApp de TodoJujuy.com. Ingresá al siguiente enlace: https://whatsapp.com/channel/0029VaQ05Jk6BIErMlCL0v0j
Si querés, podés activar las notificaciones.
Además, podés comunicarte con nosotros a través del WhatsApp de las Noticias al 3885007777.
Copyright © Todo Jujuy Por favor no corte ni pegue en la web nuestras notas, tiene la posibilidad de redistribuirlas usando nuestras herramientas. Derechos de autor reservados.