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17 de noviembre de 2025 - 09:11
Cultura.

Lola Mora y su emocionante historia de amor prohibido con un ex presidente

El nombre Lola Mora encierra más que arte; hay mitos, política y hasta un amor oculto. La artista que se atrevió a romper estereotipos dejó su legado en Jujuy.

Maria Eugenia Burgos
Por  Maria Eugenia Burgos

Entre las muchas páginas apasionantes de la historia argentina, hay una que se escapa del bronce y se hunde en lo humano, lo artístico y lo emocional, protagonizado por Dolores Candelaria Mora Vega, más conocida como Lola Mora (1867-1936). Una artista genial halagada y discutida, una mujer que rompía prejuicios y enamoró con su arte a un ex presidente.

Pero no es solo una historia de poder y arte, es una historia de amor, de persecución y de reparación. Un recorrido que atraviesa el siglo XIX, XX y XXI, con epicentro en una tierra mágica y remota: Jujuy; donde hoy se encuentran dos grupos de sus esculturas más hermosas y conflictivas.

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La pasión entre una artista rebelde y un presidente poderoso

Lola Mora no fue una mujer común. Libertaria, talentosa y adelantada a su tiempo, rompió moldes en una sociedad que la celebraba a escondidas y la castigaba a la luz del día. El misterio inicia desde su nacimiento, ¿nació en Tucumán o en Salta? ¿Fue amante de Julio Argentino Roca o él solamente fue un admirador, amigo de su padre y promotor de su obra? ¿Sucumbió al amor de un empleado del Congreso bastante más joven que ella en una época donde este tipo de transgresiones eran aún más castigadas que hoy? ¿Por qué sus esculturas fueron desplazadas de su emplazamiento original e incluso vandalizadas por mentes pacatas? Estas y muchas otras preguntas atraviesan la biografía de la primera escultora Argentina, Dolores Candelaria Mora Vega, más conocida como Lola Mora (1867-1936).

Una artista genial halagada y discutida cuya producción, que es lo que verdaderamente importa, su propósito y legado, se puede rastrear a lo ancho y largo del país trazando una ruta artístico-turística de esta escultora de los últimos años del siglo XIX y comienzos del XX cuyo nacimiento dio lugar al día del escultor.

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Lola Mora, escultora argentina. Fotografía: En compañía de Agustina Roca de Marcó, María Esther Llavallol de Roca, Agustina Marcó Roca, Elisa Roca de Blaquier, Lola Mora , Agustina Roca de Uriburu, María Roca de Demarchi , y Josefina Roca de Castels reunidas en ocasión de cumplir 65 años su tío el teniente general Julio A. Roca.

Lola Mora, escultora argentina.

Fotografía: En compañía de Agustina Roca de Marcó, María Esther Llavallol de Roca, Agustina Marcó Roca, Elisa Roca de Blaquier, Lola Mora , Agustina Roca de Uriburu, María Roca de Demarchi , y Josefina Roca de Castels reunidas en ocasión de cumplir 65 años su tío el teniente general Julio A. Roca.

Ahora sí, volvemos a lo nuestro. Su vínculo con Julio Argentino Roca, más que un rumor, fue una historia conocida entre las élites. Dices las voces que se encargaron de hacer transcender el rumor, que él la visitaba en su atelier de Roma y hasta le otorgó un subsidio estatal de 200 pesos para apoyar su obra.

Ella, en un gesto tan osado como simbólico, incluyó su rostro –calvo, barbado y solemne– en un bajorrelieve que conmemora la independencia de 1816, mucho antes de que Roca hubiera nacido.

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La censura y el exilio artístico

Tras la muerte de Roca en 1914 y la llegada del radicalismo con Yrigoyen, comenzó el ocaso para Lola. Fue señalada, censurada y apartada del canon oficial. Su famosa Fuente de las Nereidas fue relegada a la Costanera Sur, y en 1921, seis de sus esculturas más imponentes —La Libertad, El Trabajo, La Justicia, La Paz, El Progreso y El Comercio— fueron desterrados del Congreso Nacional.

¿Su destino? Nuestro Jujuy, la provincia más alejada del poder central, donde encontraron refugio gracias al joven gobernador radical Horacio Carrillo Padilla, quien entendió que esas obras no eran “adefesios” sino patrimonio nacional.

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Lola Mora trabajando en su atelier. / Libro Clarín. La Fotografía en la Historia Argentina

Lola Mora trabajando en su atelier. / Libro Clarín. La Fotografía en la Historia Argentina

Audaz, talentosa y bella

Sobre la vida de Lola Mora se han dicho y escrito muchas cosas y no todas coinciden. Hasta hay una película dirigida por Javier Torre, actuada por Leonor Benedetto y un documental del Canal Encuentro realizado por Gabriel di Meglio, entre otros cortometrajes, notas periodísticas y libros recomendables como Lola Mora, una biografía, de los tucumanos Carlos Páez de la Torre (h.) y Celia Terán (Planeta, 1997), o Lola, el poder del mármol, de Patricia Corsani (Vestales, 2009), entre muchos otros.

Una foto la muestra joven con un vestido de encaje negro entallado, la mirada decidida con una belleza singular y misteriosa. Dolores nació en el campo y a los 11 años se mudó con su familia a San Miguel de Tucumán. A los 18 años murieron sus dos padres; entonces ella quedó a cargo del marido de su hermana mayor. Comenzó a estudiar dibujo, pintura y retrato con Santiago Falcucci, un maestro italiano que había llegado a la ciudad en 1887, el primero en inculcarle su estilo neoclásico italiano, que luego perfeccionó en Roma a través de una beca para estudiar pintura obtenida del gobierno Nacional, de corte conservador. Tenía 29 años. Antes había logrado el favor del público local después de presentar las carbonillas de los gobernadores tucumanos desde 1853.

En Roma estudió dibujo con Francesco Paolo Michetti pero conoce al escultor Giulio Monteverde, considerado el nuevo Miguel Ángel de la época, y cambió el dibujo por la escultura para siempre. Vuelve unos años después y logró encargos varios del Estado Nacional, entre otros, el de la famosa Fuente de las Nereidas, para la cual volvió a Roma a realizar sus figuras junto con tres ayudantes: era un trabajo colectivo por su magnitud.

A los 42 años se casó con Luis Hernández Otero, 17 años menor, hijo del ex gobernador de la provincia de Entre Ríos. Lo había conocido en el Congreso Nacional donde era empleado cuando la escultora trabajaba en su fachada e incluso habría sido su alumno. Unos años más tarde se separaron; ella descubrió infidelidad, sin embargo las miradas estaban confundidas; se sumaron más miradas críticas, la familia de él nunca aprobó esa unión.

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Se la acusó de vivir con “demasiada libertad para ser mujer”. Ni siquiera la ropa que usaba se salvó de la crítica: a menudo se la veía con pantalones babucha, camisa de hombre y pañuelo al cuello, mientras sus congéneres lucían faldas con polisón, corsés y amplios sombreros con enormes adornos.

Se la acusó de vivir con “demasiada libertad para ser mujer”. Ni siquiera la ropa que usaba se salvó de la crítica: a menudo se la veía con pantalones babucha, camisa de hombre y pañuelo al cuello, mientras sus congéneres lucían faldas con polisón, corsés y amplios sombreros con enormes adornos.

Sus últimos días

En la década del treinta, fue a vivir con sus sobrinas, en una modesta casa en la avenida Santa Fe al 3000. Como estaba en la indigencia, se organizó una exposición a su beneficio y varios artistas colaboraron con obras, y hubo un proyecto en el congreso para otorgarle una pensión mensual de 200 pesos.

Tuvo un ataque cerebral, del que le habían quedado secuelas, y tenía síntomas de senilidad y pérdida de memoria. Una noche de lluvia la sorprendieron junto a la Fuente de las Nereidas, y explicó que había ido a “secar a mis hijitas”. En sus manos apretujaba un pañuelo mojado. En sus murmuraciones, mencionaba a su ex marido, a quien nunca olvidó.

En agosto de 1935 tuvo otro fuerte ataque, que le provocó la parálisis de la mitad del cuerpo, le afectó el habla y la visión de un ojo. Nunca más se levantaría de la cama.

Murió el 7 de junio de 1936, luego de estar tres días inconsciente. Los diarios escribieron que había muerto “vencida, pobre y sola”. En su homenaje, el 17 de noviembre es el Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas.

Fue enterrada junto a sus hermanas en el cementerio de la Chacarita y por años sus sobrinas se negaron a los pedidos de trasladar los restos a Tucumán. Recién lo harían en 1977, cuando colocaron sus cenizas y de sus hermanas en una urna, que recorrió las calles de la capital tucumana. Lola Mora, la artista irreverente y de un talento único, a la que se la había criticado que, por ser mujer, había tenido la insolencia de haber vivido con demasiada libertad.

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Todos los diarios se hicieron eco de su fallecimiento, pero fue el diario La Gaceta, de Tucumán, la que le dedicó un gran despliegue a su vida y obra

Todos los diarios se hicieron eco de su fallecimiento, pero fue el diario La Gaceta, de Tucumán, la que le dedicó un gran despliegue a su vida y obra

La Niña prodigio que venció las miradas ajenas

Audacia y estilo personal hasta para vestirse (usaba pantalones babucha, estilo bombachas de campo en una época que las mujeres usaban faldas y vestidos, para trabajar más cómoda) e ideas claras sobre qué quería lograr -dinero para poder financiar su obra-, le valieron amigos y enemigos en igual cantidad: fue amada y odiada. Cuando el poder conservador se eclipsó, ya nada fue igual para ella.

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