Su historia comenzó hace más de 30 años, cuando fue capturada siendo apenas una cría en África y separada de su familia. Desde entonces, vivió en cautiverio, primero en el antiguo zoológico porteño y luego en el Ecoparque. Pero hoy, finalmente, comienza una nueva vida: libre, en la naturaleza y rodeada de otros elefantes de su especie.
Pupy empezó su viaje hace más de 30 años. La trajeron desde de África donde vivía con su familia. Fue capturada cuando era cría y confinada a una vida en cautiverio. Después de años y una larga cadena de (1).mp4
La emoción atravesó cada momento de su traslado. Desde el Ecoparque hasta la reserva brasileña, Pupy viajó en una caja de hierro especialmente diseñada, con un equipo de cuidadores, veterinarios y expertos que no se separaron de ella ni un instante. “Mi niña durmió bien, está muy tranquila, serena, relajadísima”, contó entre lágrimas Scott Blaise, director del santuario, quien cada noche descansó junto a la caja donde se encontraba la elefanta.
Antes de llegar, el cansancio del equipo era evidente, pero también lo era la ansiedad y la esperanza. “Qué raro va a ser no escucharla, no verla más”, decían quienes convivieron con ella durante años. A solo 40 kilómetros de destino, la caja fue trasladada a un camión más pequeño para recorrer el último tramo desde el pueblo de Rio da Casca. Allí, los vecinos se acercaron a despedirla, sabiendo que presenciaban un momento histórico: el arribo de la primera elefanta africana al santuario.
“Lo que más me sorprendió fue la fluidez del día a día”, explicó Tomás Sciolla, de la Fundación Franz Weber. “Las dinámicas fueron complejas, pero todo fluyó muy bien. Estoy ansioso por ver cómo reacciona en un espacio tan natural, tan diferente de lo que conoció en 30 años de encierro”.
Las apuestas entre los cuidadores giraban en torno a cuánto tiempo tardaría Pupy en salir de la caja. Algunos decían un minuto, otros cuatro. “En realidad, nos está sorprendiendo con todo. Es una nueva Pupy”, dijo Bárbara, una de sus cuidadoras más cercanas. “Durante la preparación nos mostró una enorme inteligencia emocional y una flexibilidad que nos conmovió”.
La llegada fue celebrada con alegría. Frente a la puerta de su caja, la esperaban montañas de tierra, agua, sandía, papaya y ramas frescas. Nadie la apuró. Pupy saldrá cuando esté lista. “Hoy probablemente descanse, pero si muestra curiosidad le abriremos la puerta hacia su nuevo hogar”, indicaron desde el santuario.
Para el Ecoparque, este traslado marca un antes y un después. “Es un hito histórico. Es la última elefanta, y nunca más habrá un elefante allí”, aseguró su director, Ramiro Reyno. El cierre de una era que, al mismo tiempo, abre una puerta hacia una nueva forma de entender la relación con los animales silvestres: sin rejas, sin espectáculo, con respeto.
“Es nuestra responsabilidad hacer esto. Los trajimos por ignorancia, para nuestra diversión. Hoy que entendemos el sufrimiento que eso implicó, nos toca reparar”, dijo Flor, otra de sus cuidadoras. Y ese acto de reparación, hoy, se llama libertad.
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