Flor Calvetti, la jujeña que volvió a nacer un martes 13

Un viaje que tenía que ser de turismo y placer terminó con una caída libre desde 12 metros de altura, múltiples fracturas y el riesgo de no poder volver a caminar. Tres meses después, Flor Calvetti recuerda esa caída como lo mejor que le pudo pasar.

El martes 13 de junio la jujeña Flor Calvetti se embarcó en un pequeño bote en Tailandia para ir a escalar a una montaña alejada, poco turística a la que ya había ido el día anterior. Nada –ni siquiera la fecha ni la embarcación– le hacía prever que algo malo podría pasar.

Junto a Tom y a otros amigos hicieron el trayecto tocando el ukelele, cantando y riendo. Desembarcaron en la isla y se fueron a escalar una montaña de 40 metros. El día anterior, en el mismo lugar, había escalado 70 metros.

“Preparamos todo y empezamos a bajar con mi amigo Tom”, cuenta Flor, tres meses más tarde desde su casa en Palpalá. Ese empezar a bajar fue el comienzo de todo. Lo malo y lo bueno.

Para bajar se engancha la soga en la parte alta de la montaña, uno se la ata al arnés y se baja dando pequeños saltos para separarse de la montaña, se desciende unos metros y se traban los pies de nuevo en la pared de la montaña para detenerse. Un nuevo salto, se bajan más metros, y así se repite el proceso.

“Empiezo a ‘rappelear’, hago el primer saltito y en el segundo se suelta algo y hago una caída libre en unos segundos. Fueron 12 metros, pero fueron eternos para mí”. La altura es la de un edificio de tres pisos más la planta baja.

Tres pisos que en caída libre se bajan en menos de dos segundos dominados por el pánico y las imágenes de rocas y plantas que pasan a toda velocidad. Flor no recuerda el momento en el que impactó contra el suelo después de esa breve eternidad.

“Sabía que estábamos muy lejos y que la ayuda iba a tardar en llegar. Respiraba y trataba de aguantar. Si usaba esa energía para gritar del dolor no iba a llegar”, cuenta Flor sentada en un sillón, sin yesos ni rastros de aquel momento.

Ya en el hospital le hicieron las radiografías: tenía fracturas de una vértebra, en la muñeca, coxis, sacro, cadera y pie. Había que operar la columna para reparar la vértebra y el miedo lógico apreció en la cabeza de Flor. “Pregunté si había riesgo de no poder volver a caminar, y el médico me dijo que sí, que había riesgo”.

La operación salió bien, las fracturas se sellaron y Flor volvió a Palpalá desde donde mira contenta para atrás y todo lo que sucedió en ese día.

“Me hizo descubrir la fortaleza que tenía adentro y es lo más hermoso que me podría haber pasado. Todo fue por algo: tenía que volver, estar acá, con mi familia y la gente que amo, y yo quería seguir de viaje”.

Desde entonces Flor agregó una prohibición a la clásica superstición: “Martes 13, no te cases, no te embarque y no escales”.

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