Opinión.. 

Cuando la guerra nos deja de sorprender

Columna de opinión de Andrea Miranda.

Por  Andrea Miranda

Desde hace 40 días el mundo vive una guerra de la manera que tal vez muchos de nosotros pensamos que ya no sucedería, que era cosa del siglo XX. Las noticias a veces parecen sacadas de los libros de historia pero son nuestra historia actual: el ejército ruso invadió Ucrania, los estallidos siguen resonando en el corazón de Europa y todo indica que nada cambiará mucho en las próximas semanas. Las bombas seguirán cayendo y los amagues diplomáticos de cesar el fuego o salvar civiles seguirán siendo eso: solo indicios. Y, mientras tanto, las víctimas seguirán en aumento.

El 24 de febrero, cuando comenzó la invasión de Vladimir Putin a Ucrania, los primeros temores que todos tuvimos fueron los de un desenlace apocalíptico con bombas nucleares. Sin llegar a ese extremo, el saldo de estas semanas de guerra es desolador: hay más de 4 millones de refugiados y entre 7 y 15 mil muertos, según la fuente. Y cuando todo empeora también deja de llamarnos la atención.

Pese a que en los últimos días las noticias del repliegue de las tropas rusas han llenado las pantallas y a que Ucrania se siente más resistente que nunca después de la reconquista de Chernobyl - tal vez uno de los errores militares más graves del ejército ruso -, de lograr la protección de Kiev y de la constante destrucción de los obsoletos tanques rusos de la Segunda Guerra que caen en manos de drones turcos, las inteligencias estadounidense y británica aseguran que Putin continuará con su objetivo y no dará un solo paso atrás.

Mientras tanto, en el resto del mundo, las noticias que llegan desde Ucrania dejan de impactar. Pero sucede que cuando la guerra nos deja de sorprender se cometen los peores crímenes.

El sur de Ucrania está arrasado. Los recientes bombardeos de Rusia en Odessa espantan, Mariupol es la Alepo de esta guerra y los reportes señalan miles de muertos. Esta es la ciudad clave para Putin porque une la región separatista de Donbás con la península de Crimea que Rusia anexó en 2014. Además, es eje de propaganda para los rusos, porque allí está asentada la Brigada Azov, que incluye soldados ucranianos de extrema derecha y neonazis, que le dieron a Moscú la “excusa” para invadir el país. Para Ucrania, perderla significa un golpe moral a su resistencia y para Rusia, ganarla sería una bomba de propaganda favorable y moralizadora.

En los últimos días los voceros de Volodymyr Zelensky y también Joe Biden han acusado al Kremlin de cometer crímenes de guerra. En la ciudad de Bucha encontraron en fosas comunes - y también en las calles - cuerpos de civiles ejecutados: atados de pies y manos y con agujeros de bala en la nuca. Los vecinos del lugar hablan de niños y adultos asesinados en lugares públicos mientras intentaban huir.

Antes de la invasión, la Plaza de la Independencia de Kiev, una ciudad europea y moderna, mostraba un cartel inmenso, que abarcaba toda la fachada de uno de los edificios principales, con la inscripción Freedom is our religion (La libertad es nuestra religión). Hoy son calles llenas de barricadas que Rusia no logró conquistar por tierra. También están llenas de propaganda pro resistencia - violenta - y de carteles con el dibujo de una mujer con una corona de flores con los colores de la bandera de Ucrania apuntando en la boca con un revólver a una caricatura de Putin.

Desde la invasión, la popularidad de Zelensky ha ido en aumento y hoy tiene más de un 90% de imagen positiva. Se trata de un líder populista de derecha que con la guerra ha despertado un nacionalismo extremo; que no para de pedir a Occidente una reacción más fuerte que las sanciones económicas que le han impuesto al Kremlin. Sin embargo, las repercusiones de fuerzas occidentales involucrándose nos hacen temer a todos.

Putin todavía puede atacar por aire Kiev, como lo hizo con Mariupol. Ese sería el final de la resistencia ucraniana y un triunfo definitivo para el ex agente de la KGB que planea esta guerra desde hace muchos más años de lo que nos figuramos. Y que tampoco deja de ser otra historia de nacionalismo, igual que la de Zelensky.

Al final del día, en esta y en todas las historias, los nacionalismos solo han llevado a más víctimas; a personas que pierden sus casas, sus familias, sus vidas. Europa asoma hacia la próxima gran crisis humanitaria que también se espera que sea la más grande de lo que va de este siglo.

Las noticias de la guerra siguen en los diarios pero las olvidamos o las pasamos por alto. La guerra nos deja de llamar la atención como ya no nos impactan los sucesos de Afganistán, donde los talibanes se imponen a sus anchas. Pero lo cierto es que en esta operación militar, como la llama uno, o invasión y resistencia, como lo llaman otros, las víctimas son los millones de civiles que quedan al medio. A 40 días del inicio de esta guerra, la paz parece un deseo utópico.

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