En su Villa Mercedes natal, hasta los 18 años, nunca había sentido vocación por la vida religiosa. Ya estando en la universidad hubo un click: “sentí que Dios me había llamado para esto, que me haría completamente feliz”. Por eso ingresó a la Familia Religiosa del Verbo Encarnado y terminó sus estudios a los 23 años. De ahí, se fue a Medio Oriente, y ese fue el principio de todo.
Estuvo en varios lugares encomendando su vida a servir a la comunidad y el penúltimo de esos destinos fue Egipto. Ahí se enfermó y pidió el traslado a una ciudad tranquila, sin violencia, a donde pudiera vivir en paz durante unos años. El destino, la ciudad tan tranquila, era Alepo, en Siria, donde no había bombas ni tiros. Todavía.
“Ahí entendí que Dios tiene planes muy distintos a los nuestros”. A pesar de la guerra, de que quería un lugar más tranquilo, cuando se dio cuenta de que estaba ahí puesta por voluntad de Dios, eligió quedarse.
Cuenta Guadalupe que en Alepo, durante 4 años se escucharon tiroteos y bombardeos permanentemente, día y noche. Tenían que salir cuidándose de no recibir un disparo. Sin embargo, dice que no recuerda haber tenido miedo. “Hemos pasado situaciones muy duras, de ataques cercanos a nosotros, hemos tenido que asistir a los heridos, a los muertos, gente cercana a nuestra misión”.
Uno de esos casos fue el de una joven estudiante de su residencia que llegó herida de gravedad, con un hierro clavado en la espalda. “Vivimos cosas muy fuertes y al ver cómo una puede sobrellevarlas comprobamos que Dios nos asiste de una manera muy especial. Humanamente no se entiende cómo se puede estar sereno en situaciones tan angustiantes”. En otra ocasión un misil cayó en la esquina de donde Guadalupe vivía y dejó 400 muertos.
Cuando se le consultó por su opinión cuando veía los diferentes medios de comunicación informando sobre la situación que ella vivía día a día, señaló que no se decía la verdad. “Es lamentable, los medios de comunicación más importantes a nivel mundial no han transmitido la verdad del conflicto. Se lo ha llamado guerra civil cuando es una invasión, el pueblo es víctima de este grupo terrorista”.
Para Guadalupe se trata de una invasión planificada muy lejos de las balas, sobre un escritorio. “Uno piensa, cuánto odio, cuánta violencia. Sin embargo, hay mucho daño y mucha violencia sutil en personas que están de saco y corbata decidiendo los destinos de los pueblos, a costa de gente que muere todos los días”.
Los ataques continúan con muertos y heridos todos los días. Sin embargo, tienen fe. “Eso es lo que nos sostiene: saber que el mal no tiene la última palabra. Por eso uno no pierde la esperanza, no pierde la sonrisa a pesar del dolor”.
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