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30 de mayo de 2017 - 12:11

Juan Piazza: cómo se vive después de dos trasplantes de corazón

Juan Andrés Piazza recibió dos trasplantes de corazón. El primero a los 14 años y el siguiente a los 21. Una historia de cómo la donación puede cambiar una vida.

Pocas veces 24 horas son tan decisivas. Es sólo un día de los 365 que tiene cada año. Sin embargo, cuando Juan Andrés Piazza tenía 14 años y fue trasplantado de corazón sólo le quedaban 24 horas de vida, que visto así no es nada. Él y su familia no lo sabían, pero quizás lo intuían: Juan, adolescente, medía 1,34 mts. y pesaba 28 kilos. Era piel y hueso con una panza hinchada por retención de líquidos. Cuando llegó el corazón que esperaba desde hacía tres meses y los médicos finalizaron exitosamente el trasplante se sintieron liberados para contar a la prensa que tenían el tiempo justo: 24 horas para que Juan reciba el corazón o se moría. 

Todo comenzó en una Navidad cuando Juan tenía 12 años. A la noche se fue a dormir pero no pudo.

-Me acostaba y me agitaba. Tenía que sentarme para poder respirar bien– cuenta Juan ahora, a sus 33 años.

Los padres de ese chico casi adolescente llamaron a un servicio de emergencias, los médicos que lo revisaron notaron algo raro y lo llevaron al hospital. Estuvo unas horas en observación y fue enviado a su casa de nuevo. El diagnóstico era una miocardiopatía dilatada (el corazón era más grande de lo habitual y no podía latir correctamente). Comenzó un proceso de dos años de vistas a médicos y estudios que determinaron que el trasplante era la única opción posible. Fue puesto en lista de espera y tuvo que esperar. Dos meses y medio más tarde fue internado ya grave y con la necesidad urgente del corazón que llegó justo a tiempo, a 24 horas de un final que no fue.

Cada trasplante requiere estudios previos para conocer la compatibilidad del órgano con el receptor y teniendo en cuenta ese dato y la urgencia del paciente que espera (entre otras variables) se confecciona un orden en el que los pacientes reciben los órganos que necesitan, pero no todos tienen esa suerte.

Una vez que el corazón, en este caso, está en una nueva persona tiene una vida útil que suele ir entre los 7 y los 20 años, con un promedio de cerca de 13. En ese lapso, suele ser necesario otro trasplante porque el cuerpo rechaza el órgano extraño. Como dice Juan “es un círculo que se cierra y se vuelve a abrir”.

-Después del trasplante se puede vivir perfectamente. Yo por ejemplo entreno, corro, nado, llevo una vida totalmente normal y llega un momento en que te empezás a cansar de la nada, y ahí hacés los análisis de vuelta y si está todo bien te pueden poner en lista de espera para trasplantes.

Después del primer trasplante Juan tuvo una vida normal, cursó la secundaria y comenzó a estudiar Comunicación Social, pero a los 21 años volvieron los problemas, se agitaba y necesitaba volver a la lista de espera. Al cabo de unos tres meses apareció otro corazón compatible y vino la segunda operación.

-El corazón es un órgano especial, con muchísimo simbolismo. Representa la bondad y el alma de la persona. ¿Cómo te sentís teniendo un corazón distinto al que tuyo de nacimiento?

-El corazón es un órgano que uno lo siente porque late y está asociado a la vitalidad, al amor. La verdad es que es un órgano más, pero principal. Para mí es muy loco que se pueda hacer un trasplante de corazón y que yo esté vivo gracias a eso. Yo estuve a punto de morir dos veces. Si no me trasplantaban me moría. Lo que me cambia la vida es poder vivir, no tanto que sea el corazón por más que sea muy simbólico. Cuando me trasplantaron por primera vez yo tuve el corazón de una mujer, y lo más loco es que alguien murió y me dio la vida.

Entre el primer y el segundo trasplante compitió en las Olimpíadas para Trasplantados en 1999 y 2001 en Hungría y Francia. En Argentina compitió en natación. Hace dos años participó de una media maratón (21 kilómetros) en Buenos Aires al final de la cual vio el grafiti que dice “Es muy raro vivir, ¿no?”.

-Haber estado en una situación de vida o muerte te enseña a vivir la vida, aprovechar el tiempo y hacer las cosas que te hacen feliz.

-¿Pensaste que si no hubieras tenido el problema en el corazón te dedicarías a otra cosa? Influyó mucho en tus decisiones de vida? Me refiero a que te dedicás a lo que te gusta, y a veces si uno no pasa por esas situaciones límite se dedica a lo que le da más plata, o a lo que otros esperan de él y no a lo que realmente le gustaría.

-No sé a qué me dedicaría si no estuviera trasplantado porque no estaría. El trasplante cambió todas las decisiones de mi vida, no solamente porque puedo vivir sino porque me dio una consciencia de la vida y de hacer lo que uno quiere. Intento llevar una vida lo más sana posible, comer bien, descansar. El cuerpo es uno y hay que cuidarlo y disfrutarlo.

Juan tiene 33 años y vive en Buenos Aires. Es iluminador, trabaja en teatro y con el grupo rosarino Dios salve a la reina (banda tributo a Queen). Vive con su mejor amigo, un porteño al que conoció hace 15 años y sonidista de la banda. También trabajó dos años en el Instituto Nacional de Donación y Trasplante (INDT) que es la versión uruguaya del INCUCAI. Además participó en asociaciones de trasplantados concientizando sobre la problemática.

Juan trabaja de lo que le gusta, corre, entrena, saltó en paracaídas, participa de eventos deportivos, y sobre todo aplica lo que aprendió de los trasplantes: que hay que vivir la vida, aprovechar el tiempo y hacer las cosas que a uno lo hacen feliz.

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