En este contexto, un reporte elaborado por el Centro de Estudios sobre Política y Economía de la Alimentación (CEPEA) acerca de la alimentación de niños que se encuentran en la franja etaria de 6 meses a un año.
Deficiencia nutricional en bebés: falta de Zinc y Hierro
Los datos más recientes recopilados revelan deficiencias nutricionales que ponen en riesgo la salud: niños menores de un año presentan niveles inferiores a las recomendaciones en minerales esenciales como zinc y hierro. La ausencia de estos elementos fundamentales para un sistema inmunológico fuerte implica que la primera línea de defensa que protege a los niños de enfermedades podría estar comprometida.
Es una afirmación obvia pero importante destacar que una alimentación desequilibrada en los seres humanos, especialmente en bebés durante una etapa crítica de desarrollo, crea condiciones propicias para el desarrollo de diversas enfermedades.
La ponencia expuesta en el XXII Congreso Argentino de Nutrición, que tiene lugar del 15 al 18 de noviembre en Mar del Plata, subraya la importancia de mantener la lactancia materna y de introducir apropiadamente alimentos complementarios como fundamentos esenciales en la nutrición durante el segundo semestre de vida.
La investigación llevada a cabo por el CEPEA (Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación) se fundamentó en la información recopilada en la 2a Encuesta Nacional de Nutrición y Salud, evaluando la absorción de micronutrientes y el equilibrio nutricional en 1.850 niños y niñas de entre 6 y 12 meses de edad.
La información reciente suscita inquietud: durante ese periodo crucial, la alimentación presenta, en términos generales, excesos en la ingesta de proteínas y sodio, mientras que registra deficiencias en ácidos grasos omega-3, zinc y hierro en comparación con las pautas recomendadas.
Irregularidades en los hábitos alimentarios de la sociedad
CEPEA, un destacado instituto de investigación, compuesto por especialistas en nutrición, se enfoca en la exploración y análisis de las irregularidades en los hábitos alimentarios de la sociedad. A través de los hallazgos de sus investigaciones, aspiran a guiar y concebir políticas de salud que potencien la alimentación de la población argentina.
Sergio Britos, profesor y nutricionista con licencia, director de CEPEA y encargado de la investigación, explicó a Infobae cómo una alimentación saludable durante el primer año actúa como un escudo protector a lo largo de toda la vida. Asimismo, detalló cómo los efectos de una dieta deficiente pueden socavar la salud infantil a largo plazo, dejando huellas en la vida adulta.
“Los patrones alimentarios adecuados durante la primera infancia, además de contribuir al crecimiento saludable y al desarrollo del sistema inmunológico, son claves en la prevención de enfermedades crónicas futuras. Por eso, dada la 2a Encuesta Nacional de Nutrición, nos parecía relevante trazar un buen diagnóstico acerca de cómo las familias estructuran los patrones alimentarios de los niños y niñas pequeños en un tiempo en que incluso está en vigencia la Ley de los 1000 días”, señaló Britos.
Cuando un bebé alcanza los 6 meses, está en las primeras etapas del aprendizaje para masticar. Las pautas de Crianza y Alimentación de UNICEF sugieren que sus primeros alimentos deben ser de textura suave para facilitar la deglución, como papillas o frutas y verduras finamente trituradas.
La entidad de las Naciones Unidas dedicada a los niños destaca la importancia de que, conforme el bebé introduzca mayores cantidades de alimentos sólidos, continúe recibiendo la misma cantidad de leche materna.
En la etapa posterior, entre los 9 y 12 meses, se deben introducir alimentos que sean abundantes en vitaminas y minerales, así como en aporte energético. Fomentar una dieta diversificada con ingredientes diferentes diariamente brinda al niño la mejor posibilidad de obtener todos los nutrientes esenciales.
“Además de cereales y papas, los niños deben consumir a diario verduras y frutas, legumbres y semillas, un poco de aceite o grasa rica en energía y, especialmente, alimentos de origen animal (lácteos, huevos, carne, pescado y aves)”, agregan las guías de UNICEF.
El análisis llevado a cabo por CEPEA, al centrarse en niños de 6 a 12 meses, posibilitó examinar la composición nutricional de la dieta una vez que los niños comienzan a introducir alimentos sólidos y semisólidos, evaluando si cumplen con las recomendaciones establecidas en la Guía de Práctica Clínica en Alimentación Complementaria (GPCAC), recientemente elaborada por el Ministerio de Salud.
La información reveló que las disparidades en la alimentación son más evidentes en aquellos que interrumpen la lactancia materna y adoptan la ingesta de leche de vaca, situación que afecta al 40% de los niños menores de un año.
La leche de vaca en niños en el segundo semestre de vida
Es importante resaltar que la leche de vaca está desaconsejada durante el segundo semestre de vida, debido a la sobrecarga de ciertos nutrientes que implica en esta etapa del desarrollo infantil.
Esta unión de ingerir leche de vaca con o sin lactancia materna, junto con un modelo de alimentación complementaria inapropiado en términos de calidad nutricional, constituyen factores determinantes de:
- Ingesta elevada de calorías, grasas, azúcares y sodio.
- Ingesta elevada de proteínas, que puede representar una mayor carga renal y riesgo aumentado de obesidad a largo plazo.
- Baja ingesta de vitamina D y ácidos omega-3.
- Baja ingesta de zinc, nutriente crítico para el desarrollo del sistema inmunológico.
El profesor Britos destacó que la inclusión del componente lácteo en la dieta, recomendada hasta el primer año de vida “sigue siendo la lactancia materna”.
En este contexto, el líder de CEPEA indicó que, conforme a las directrices del Ministerio de Salud, en situaciones donde los menores no puedan acceder a la lactancia materna por diversas razones “la opción debe ser una fórmula de seguimiento, que presenta un perfil nutricional superior a la leche de vaca y permite una mejor cobertura de las recomendaciones de las Guías de Práctica Clínica sobre Alimentación Complementaria para menores de 2 años, algo que no se logra con la leche de vaca, que no está indicada para esa etapa de la vida”.
En el marco de la investigación, los científicos realizaron una práctica teórica simulada en la que sustituyeron la contribución nutricional proveniente del consumo de leche de vaca por la de fórmulas infantiles apropiadas para la edad, siguiendo las recomendaciones del Ministerio de Salud.
Como consecuencia de este procedimiento, determinaron que esa sustitución, bajo la supervisión de profesionales de la salud, puede favorecer un equilibrio en las aportaciones de energía, proteínas y sodio, además de gestionar de manera más adecuada las grasas, azúcares y almidones. Asimismo, permite mejorar la ingesta de nutrientes esenciales como omega-3, vitamina D, hierro y zinc.
“Confiamos en que esta investigación sume evidencia reciente que contribuya a mejorar los patrones alimentarios de los más pequeños y puedan lograr un crecimiento saludable”, concluyo Britos.
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