Los investigadores realizaron un cuestionario a 66.000 mujeres embarazadas en el que se preguntaba por el tipo de comida y bebida que habían estado ingiriendo desde que supieron que se habían quedado en estado. Aparte del análisis de estos datos, también accedieron a información de otra índole como estilo de vida, formación, ingresos, peso, actividad física, consumo de alcohol, así como historial médico familiar de partos prematuros.
El examen de todo este volumen de información dio como resultado que las mujeres embarazadas que seguían una dieta saludable tenían aproximadamente un 15% menos de riesgo de parto prematuro que las que seguían una dieta normal, sin muchas restricciones.
“Esta es la primera vez que podemos vincular estadísticamente hábitos alimenticios saludables para reducir el riesgo de parto prematuro”, afirma Linda Englund-Ögge, investigadora de la Universidad de Gotemburgo.
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