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SUSCRIBITESegún los especialistas, el uso excesivo del celular y redes sociales puede interferir en el desarrollo emocional de este sector de la sociedad. Los detalles.
El uso prolongado de dispositivos electrónicos, como teléfonos celulares, puede afectar la salud mental y la integración social.
Vivimos en una era de gran interconexión y globalización gracias al celular y otras pantallas, pero esta época encierra una contradicción: nos encontramos en lo que algunos llaman la "era de la desconexión" de los niños y adolescentes. Estos jóvenes, cada vez más inmersos en el mundo digital por períodos prolongados, están perdiendo contacto con la realidad.
Esto último impacta en sus relaciones, tanto con amigos como con familiares y otros miembros de su entorno. Es un hecho que los efectos de la dependencia de las pantallas están mostrando un impacto preocupante en los adolescentes a nivel global. Las plataformas sociales, el contenido digital y los videojuegos no solo atraen su atención, sino que transforman sus costumbres, interacciones y hasta la forma en que los jóvenes se perciben a sí mismos.
El concepto de "pantallismo" hace referencia a la dependencia de los dispositivos digitales, un fenómeno en expansión entre los jóvenes, marcado por el abuso de redes sociales y videojuegos en línea. Este patrón de conducta, impulsivo y de larga duración, afecta negativamente su bienestar físico y emocional, así como sus interacciones familiares, sociales y su rendimiento académico.
Seis especialistas iberoamericanos de diversas áreas, como la psicología, la psiquiatría, la psicopedagogía y la sociología, se reunieron para profundizar en este fenómeno, que se intensificó tras la pandemia.
Los expertos destacaron que enfrentar la adicción a las pantallas es tan desafiante como tratar con dependencias de sustancias o trastornos alimentarios, aunque la recuperación es alcanzable. Subrayaron un punto crucial: prohibir el uso no es la solución. La clave para padres y educadores radica en guiar a los jóvenes, enseñándoles a usar los celulares de manera equilibrada y consciente, evitando que se convierta en un reemplazo de las interacciones sociales auténticas.
En junio de este año, el principal responsable de Salud en Estados Unidos, el Cirujano General Dr. Vivek Murthy, sugirió la implementación de etiquetas de advertencia en las plataformas de redes sociales, advirtiendo sobre su vínculo con efectos negativos en la salud mental de los adolescentes. En un artículo publicado en el New York Times, señaló que "la crisis de salud mental entre los jóvenes es una emergencia, y las redes sociales juegan un papel clave en este fenómeno".
El Dr. Murthy advirtió acerca de las repercusiones del pantallismo: “Los adolescentes que pasan más de tres horas al día en las redes sociales se enfrentan al doble de riesgo de síntomas de ansiedad y depresión. Además, casi la mitad de los adolescentes dicen que las redes sociales los hacen sentir peor con sus cuerpos”.
La doctora Rosario J. Marrero Quevedo, experta en Psicología y directora académica del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad de La Laguna, en Tenerife, España, encabezó una investigación de meta-análisis que analizó 21 estudios sobre el impacto de la adicción a internet y a los teléfonos móviles en el control cognitivo.
La doctora Marrero Quevedo destacó que el estudio “encontró que había un deterioro en el procesamiento de la recompensa (concretamente, en áreas cerebrales como el córtex cingulado anterior, la ínsula y la amígdala). La amígdala es el principal centro de control emocional. Sus conexiones no sólo producen una respuesta emocional, sino que también intervienen en la inhibición cognitiva. Además, la ínsula permite la integración de la emoción y la cognición, por tanto, las anomalías en esta región pueden provocar un deterioro de la autoconciencia y de la regulación de las emociones.”
“En adolescentes con adicción a internet se ha encontrado -describió la investigadora- una mayor sensibilidad ante las opciones de ganar mientras que disminuye la sensibilidad a la pérdida, de ahí que continúen abusando de los dispositivos tecnológicos a pesar de las consecuencias negativas”.
Como detalló, el abuso de la tecnología provoca dificultades tanto en la atención como en el ámbito emocional, tales como una reducida tolerancia a la frustración, problemas con la concentración, falta de autodisciplina y un deterioro en habilidades como la escritura, la ortografía y la comprensión lectora.
Las regiones cerebrales implicadas incluyen el córtex cingulado anterior, la ínsula y la amígdala, áreas clave para la conexión entre emoción y cognición, así como para el manejo de las emociones. Estos cambios provocan una mayor receptividad a las recompensas, reduciendo la capacidad de percibir las pérdidas, lo que favorece un comportamiento compulsivo a pesar de las consecuencias desfavorables. Además, las funciones ejecutivas, vinculadas a áreas como la corteza prefrontal dorsolateral y los lóbulos frontal y parietal, se ven afectadas, lo que dificulta el control de la atención y la regulación emocional, dos aspectos fundamentales para un comportamiento adecuado.
La doctora Marrero Quevedo subrayó que ciertos adolescentes tienen mayor propensión a desarrollar dependencias tecnológicas debido a rasgos psicológicos como un alto nivel de impulsividad, dificultades emocionales o problemas familiares. Por el contrario, aspectos como una buena estabilidad emocional, la capacidad de asumir responsabilidades y un ambiente familiar saludable pueden servir como barreras protectoras.
Pepe Menéndez, especialista español en innovación educativa que formó parte del destacado proyecto Horizonte 2020, que transformó las estrategias pedagógicas en escuelas de Barcelona, y que además fue subdirector de la Red de Escuelas Jesuitas de Cataluña, enfatizó la relevancia de enseñar a los jóvenes a utilizar los teléfonos móviles de manera responsable.
El especialista resaltó que los teléfonos móviles han llegado a reemplazar la ausencia de orientación y supervisión por parte de los adultos hacia los jóvenes. “El uso (excesivo) de móviles es solo la punta del iceberg; no renunciemos a acompañar a los jóvenes, porque en definitiva lo que hace el dispositivo es sustituir la soledad.”
De acuerdo con Menéndez, imponer una prohibición total sobre el uso de estos dispositivos en las escuelas no es una respuesta adecuada, pues significaría perder la posibilidad de enseñar su uso responsable. En lugar de ello, considera que tanto las familias como las entidades educativas deberían optar por una estrategia reguladora, orientada a instruir sobre el uso adecuado del teléfono móvil.
Gabriel Ianni, presidente y profesor de la Asociación de Escuelas de Psicoterapia Psicoanalítica para Niños y Adolescentes de Madrid, comentó que “todos conocemos los indiscutibles aportes de las nuevas tecnologías en todos los ámbitos; sin duda el ámbito educativo ha sido uno de los más beneficiados, y en los últimos años asistimos a cambios extraordinarios y muy rápidos. He sido el primer Psicoanalista de mi entorno en incorporar una tableta en la caja de juegos a disposición de niños y adolescentes en mi consulta, allá por el año 2013, y realmente si sabemos gestionarla, se convierte en una herramienta muy útil para potenciar la exploración del mundo interno del paciente.”
No obstante, Ianni señaló que diversas investigaciones han comprobado que el uso excesivo de aparatos electrónicos durante la infancia y la adolescencia, cuando el cerebro continúa su proceso de maduración, afecta de manera significativa el desarrollo cognitivo, emocional y, por supuesto, social del individuo. Esto puede generar problemas para concentrarse, mantener la atención, dificultades en el proceso de aprendizaje, así como en el manejo de los impulsos. Además, se observa una mayor propensión a padecer trastornos como irritabilidad, ansiedad e incluso depresión.
Para el especialista, es fundamental que los padres enseñen a diferenciar entre la vida virtual y la real, cara a cara, como parte de una estrategia imprescindible.
“Evitar reemplazar la sana interacción con sus hijos por horas de pantalla y establecer límites claros en los tiempos de uso de pantallas, así como decretar de forma clara los lugares, espacios o momentos del día en que su uso esté prohibido. Fomentar la interacción presencial con amigos y familiares, fomentar la lectura de libros en papel impreso; fomentar el deporte, sobre todo al aire libre, así como las formas de juego que no requieran la utilización de pantallas”, enumeró Ianni, quien es miembro titular de APdeBA (Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires) y está radicado hace 25 años en España.
Ianni explicó que es crucial que los padres enseñen a sus hijos a reconocer los diferentes usos de los dispositivos (juegos, redes sociales, entretenimiento, lectura, información, formación, etc.), estableciendo límites y tiempos adecuados según el valor que cada tipo de actividad aporte. Aunque este desafío lleva tiempo, es esencial que los padres lo fomenten.
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