"¡Messi, Messi, Messi!" El grito acompañó la entrada del equipo. El aludido entró mirando al suelo, con una mochila al hombro, pegado a Javier Mascherano. Venían uniformados con unas camisas celestes rústicas que parecían un homenaje a la moda de la Alemania socialista.
Una hora antes había aterrizado en el aeropuerto de Tegel la expedición de la Juventus, el rival mañana en la gran final de la Champions League. En un ambiente de menos histeria Carlos Tevez, Andrea Pirlo y compañía -trajeados con elegancia italiana- saludaron a unos 150 tifosi en la puerta del hotel Regent, en la señorial zona de Gendarmenmarkt.
Unos y otros pudieron comprobar desde que bajaron del avión la convulsión desatada en Berlín antes de la gran fiesta del fútbol europeo. Más de 50.000 personas llegaron entre el miércoles y hoy a la ciudad para presenciar el partido o al menos intentarlo.
El plantel del Barça se desplazó hasta aquí en un Airbus 340, con capacidad para 346 pasajeros. Los jugadores viajaron con esposas, hijos, padres, hermanos. También venían todos los dirigentes de la junta directiva del club.
El técnico Luis Enrique aplicó una política de puertas abiertas en los últimos meses. Descree de las concentraciones y deja que sus dirigidos pasen con la familia las horas previas a los partidos.
La fórmula le funciona. Fue una de las medidas que dispuso a principios de año en el momento de mayor tensión con el plantel, que no terminaba de digerir la rigidez de sus métodos y de su carácter.
El Barcelona viene en estado de gracia futbolístico y también físico. Luis Enrique tiene a disposición a los 23 integrantes del equipo profesional y los trajo a todos. Incluso sumó a los juveniles Munir, Sandro y Samper.
Andrés Iniesta, que se retiró lesionado el domingo de la final de la Copa del Rey, se entrenó sin molestias ayer y el cuerpo médico lo da como seguro ante la Juventus. Si se resintiera las opciones de Luis Enrique serían Xavi Hernández o Rafinha.
Después del almuerzo y una tarde libre en familia, los jugadores del Barça reconocerán el Estadio Olímpico, donde tendrán su último entrenamiento -abierto a la prensa- de cara a la finalísima.
Antes lo hará la Juventus. Su técnico, Massimiliano Allegri, carga con la preocupación de suplantar a Giorgio Chiellini, el pilar de su defensa, descartado definitivamente por lesión.
Todo apunta a que jugará el veterano Andrea Barzagli, uno de los tres integrantes de este equipo que en 2006 se consagró campeón del mundo en el mismo estadio que acogerá mañana la final europea (los otros son Andrea Pirlo y Gianluigi Buffon).
Sin Chiellini -que bajó con cara de velorio del micro de la Juve- parece poco probable que Allegri pare una defensa con tres centrales, una de las opciones con las que se especulaba para contener la potencia del tridente Messi-Suárez-Neymar.
Su apuesta pasará por dominar el medio del campo, con los incansables Arturo Vidal, Claudio Marchisio y Paul Pogba, más la sapiencia de Pirlo.
Quedará para Tevez -el más ovacionado hoy en Berlín-la responsabilidad de desequilibrar la defensa barcelonista, acompañado por Álvaro Morata.
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