El 7 de septiembre de 1996, en pleno auge de su carrera musical, Gilda, una de las artistas más importantes y querida de la música popular argentina perdió la vida en un accidente automovilístico, cuando se dirigía a la localidad de Chajarí, Entre Ríos, para brindar un show.
Su nombre verdadero era Miriam Alejandra Bianchi, y esa noche con 35 años perdió la vida en el kilómetro 129 de la ruta nacional 12, camino a Chajarí, Entre Ríos junto a su hija Mariel, de 15 años, su madre Tita, tres de sus músicos y el chofer que manejaba el colectivo que los llevaba a todos. Otras doce personas resultaron heridas.
Gilda - No es mi Despedida (Video Oficial HD)
Puede sonar paradójico, o quizás predestinado para los que creen en el libro escrito de la vida, pero “Quisiera no decir adiós, pero debo marcharme, no llores por favor no llores, porque vas a matarme” fueron las últimas líneas que recibió Gilda. Forma parte de la letra de “No es mi despedida”, la última canción que escribió en su vida, se repite como una especie de confirmación del mito. Un adiós que no debía ser, que ella suplicaba que no lo fuera. No son pocos los que siguen intentando, hasta hoy, buscar pistas, premoniciones o algún mensaje oculto para explicar lo inexplicable: la trágica muerte de Gilda, hace 24 años.
La cantante de 35 años consiguió un rápido cariño y a mor de la gente sobre el escenario; luego de esta trágica fecha ese amor se convirtió en creencia, mito y devoción.
GILDA - EL ULTIMO REPORTAJE por: MARCELO GOPAR (video original)
Gilda
En 1961 nacía Miriam Alejandra Bianchi en Ceibas, Entre Ríos, adoptó el seudónimo “Gilda” en homenaje al personaje de Rita Hayworth.
En marzo, en Metrópolis, una de las bailantas más populares de Buenos Aires en los años '90, recibió el disco de oro por Corazón valiente, la exitosa placa que había editado el año anterior.
La historia de Gilda o Jili como le decían sus compañeras maestras jardineras, tiene poco de cuento de hadas, pero mucho de esfuerzo y determinación. Su leyenda comenzó a gestarse cuando decidió responder a un aviso en el diario que buscaba una voz para un grupo de cumbia. Se presentó y quedó. “Toti” Giménez, quien luego se convertiría en su pareja, vio en ella algo, y no se equivocó.
Los prejuicios estuvieron a la orden del día: comenzaban los años 90 y el mundo de la cumbia era casi exclusivo de los hombres. Las pocas que lo habían logrado eran mujeres voluptuosas, muy distintas a Gilda. Pero había más: la maestra jardinera con aspiraciones de cantante osaba componer y escribir sus propios temas.
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Llegó el éxito
Demasiadas barreras por romper, pero Gilda pudo. De a poco, la gente comenzó a conocer su música gracias a su presencia en las bailantas y su voz de ángel. Su primer disco, “De corazón a corazón”, salió a la venta en 1992, y al año siguiente publicó “La única”.
Pero en 1994 llegó el disco “Pasito a pasito”, con el hit que aún hoy es tarareado por todos: “No me arrepiento de este amor”.
Llegaría 1995, el año de su absoluta consagración. Con el lanzamiento del disco “Corazón valiente”, la mujer que no encajaba en el ambiente de la cumbia, se convirtió en la reina indiscutida de ese mundo que tanto se negó a abrirle las puertas.
“Fuiste”, “Paisaje” (cover) y “Corazón valiente” hicieron historia: Gilda consiguió Disco de Oro y Doble Platino. La maestra jardinera, con su estilo ingenuo, su voz amable y sus poéticas letras cosechaba admiradores en Argentina y diversos rincones de América.
El fin de sus presentaciones y el comienzo del mito
Gilda, logró algo que no sabemos si estaba en su deseo: no sólo vendió más de un millón de discos de un solo título, sino que la gente le atribuyó a su persona facultades milagrosas.
He ahí, una vez más, el arte y la religiosidad, sobre todo en las versiones más elementales de la fe católica, que siguen sujetas al politeísmo heredado del antiguo Mediterráneo: una multitud de santas y santos es lo más parecido a una multitud de dioses, héroes y titanes.
Por eso, para miles de jóvenes argentinos pertenecientes a las clases más populares, Gilda era y es una Santa. Todos creían en el mero contacto de sus manos, “porque sus manos traían consuelo”. También del arte se dice que "cura" nuestras ansiedades o angustias, o bien que nos infunde nuevos sentimientos.
La voz de Gilda, llenaba de paz, estimulaba el gusto por el baile, era reconocida por su voz de ángel. Murió a una edad en la que todavía prevalece la lozanía y el vigor de la juventud, y esa desdicha favoreció la estatura del mito.
La historia relata que durante un recital en Jujuy, Gilda vio llorar a una niña cerca del escenario y al finalizar el concierto la abuela de la niña se acercó para decirle el motivo: "su madre está en terapia intensiva, y la niña le pone tu música como si ésta pudiera curarla". Al tiempo -dicen- la madre de la pequeña se recuperó.
La devoción que despierta entre quienes lo convocan es una de las formas que adopta la esperanza. Y de la esperanza nadie duda.
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