Melanie Griffith, además de ser la actriz que protagonizó con éxito varias películas, y que muchos recuerdan por sus ex esposos y sus malas cirugías, tuvo una infancia atípica y peligrosa.
Melanie Griffith: convivió con 71 leones en la vida real
Hasta los cuatro años, la vida de Melanie era como la de cualquier niña de Nueva York con padres sin problemas económicos. La hija mimada de Peter Griffith, uno de los publicistas más importantes de la Gran Manzana y de Nathalie Hedren, una modelo de una belleza hipnótica. Comenzaba la década del 60, encerrada en un matrimonio que no la hacía feliz, Nathalie Hedren se animó a separarse. Alegó que estaba harta de soportar a un marido, alcohólico e infiel que además no toleraba cuando ella ganaba más que él.
Con sus padres divorciados, Melanie comenzó a vivir una infancia entre Nueva York y California.
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La madre Melanie Griffith, Nathalie era una modelo conocida y cotizada en Nueva York. Pero en su nueva ciudad debía empezar de cero. Lo primero que hizo fue cambiar su nombre. Se autobautizó Tippi, que significa encanto. Con 32 años, divorciada, una hija pequeña y escasos contactos, pensó que le costaría encontrar trabajo pero no fue así.
Luego de verla en un comercial, Alfred Hitchcock, la convocó para rodar “Los pájaros en el rol protagónico”. Halagada por la propuesta pero también acuciada por su inestabilidad económica, Tippi aceptó.
Fueron años de mucha desesperación, encerrada en situación de maltrato y violencia por parte del director, no solo para Tippi, sino para la niña Melanie.
Esclavizada por un contrato de cinco años, Tippi siguió trabajando con el director. Si amagaba con renunciar él le preguntaba amenazante qué sería de su hija. Logró terminar su contrato y se negó a volver a trabajar con el director al que llamó “cerdo gordo”. Nuevos proyectos la esperaban.
En 1969, Melanie era una bonita preadolescente cuando su madre le anunció que viajaría a Mozambique a rodar Satan’s Harvest, junto a su entonces marido, Noel Marshall. Melanie esperaría su regreso en la casa de su padre en las Islas Vírgenes.
Al volver, Melanie la escuchó contar cómo en un descanso de la filmación, salió a recorrer la zona y encontró una casa abandonada pero tomada por 30 leones. Le dijo que había quedado tan conmovida que decidió participar de varios safaris y visitar distintas reservas naturales africanas.
Hasta ahí era el relato de una experiencia única. Pero la cosa cambió cuando Tippi le dijo que, junto a su esposo, se habían convertido en activos defensores de los derechos de los animales. Así fue como, un día al regresar de la escuela, Melanie encontró en el living de su casa no a un lindo gatito sino a un gran león. Se trataba de Neil, un hermoso animal de 180 kilos que, luego de ser usado en distintas publicidades, había sido abandonado por su dueño.
Melanie se acostumbró a comer, darse un chapuzón en la pileta, andar por la casa y meterse en la cama acompañada por su atípica mascota. Lo que para la familia era un simple gatito, para los vecinos era un peligro y un problema.
No solo desconfiaban sobre su mansedumbre, también les molestaba su rugido. En condiciones naturales, se escucha a una distancia de hasta 8 kilómetros. Pero si en la sábana africana le sirve para comunicarse con la manada o marcar territorio, en la ciudad resulta además de molesto, aterrorizante.
Ante la presión de los vecinos, Melanie pensó que se tendría que despedir de su mascota, aunque no fue así. De lo que se despidió fue de su casa.
Con su madre, su padrastro y sus hermanastros, John y Jerry Marshall, dejaron la ciudad y se mudaron a un rancho, en el desierto de Mojave. Tippi y Noel les informaron a sus hijos que en el lugar grabarían Roar, una película en defensa de los animales. Demostrarían que las relaciones entre humanos leones y tigres eran posible. Los chicos aceptaron encantados. Comenzaba una aventura tan fascinante como peligrosa.
Lo que serían 5 semanas de filmación se convirtieron en 5 años. Melanie se tuvo que acostumbrar a convivir con 71 leones, 26 tigres, un tigón (híbrido de un tigre macho y una hembra leona), 9 panteras negras, 10 pumas, 2 jaguares, 4 leopardos, 2 elefantes, 6 cisnes negros, 4 gansos canadienses, 4 grullas, 7 flamencos y una cigüeña. Se libró de vivir con un rinoceronte, el único animal que rechazaron vaya a saber por qué.
Acostumbrada a vivir en su propia versión del Arca de Noe, Melanie no se asombró al saber que su madre gastaba cuatro mil dólares semanales en comida para animales ni cuando compró un congelador con capacidad para almacenar 4500 kilos de carne.
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