La localidad de Alto Calilegua es uno de los puntos más remotos de la geografía jujeña. El padrón registra que tiene apenas 25 ciudadanos habilitados a votar, todos ellos con los mismos derechos que cualquier otro. Es por eso que cada elección un equipo de gendarmes se prepara en la misión de llevarles su urna, un trayecto que demanda más de ocho horas en mula a través de selvas, bosques y pastizales.
Ubicado a 3.000 metros de altura, Alto Calilegua tiene un grave problema de emigración. Los jóvenes se van, el trabajo falta. Las hermanas Pamela y Ximena Fernández (24), nacidas en este pueblo, recibieron a las 8:20 el voto de Claudia Flores, una de las habilitadas para sufragar.
"Nací en este pueblo, estudié en esta escuela, y me da pena lo que está pasando. No tenemos apoyo y la escuela está cerrada, mandaron a los alumnos a otro lado", declaró la primera votante. En el pueblo están en pie unas 60 casas de adobe y piso de tierra, algunas con paneles solares, todas con cocina a leña. Pero solo una está habitada todo el año.
La urna, a cargo de Hugo Orlando Palma, de la sede Libertador General San Martín del Correo Argentino, subió con la custodia del sargento baqueano David Zerpa, y del soldado Gutiérrez, y fue recibida por la portera de la escuela, Irma Flores. La escuela, sin embargo, está cerrada por falta de alumnos.
La caravana para llegar a Alto Calilegua comienza a caminar el sábado a las 9.30 de la mañana. Es un tramo de apenas 25 kilómetros, pero recorre ascenso y descenso. Arranca en San Francisco con la selva montana. Sigue por Cruz Mayor, atraviesa la parada El Pinito, San Francisco y finalmente llega a Alto Calilegua.
Una escuela cerrada
Que la escuela esté abierta este año es una excepción. "A mí me trasladaron a la escuela 35 de San Francisco. Al profesor de física, a Valle Colorado. En 2020 tenía cuatro alumnos, entre ellos mi hijo Bruno, que ahora está saliendo de 7mo. Esta es la triste realidad. En invierno la única familia que va a encontrar es la de Don Tito y Doña Bety", dice Irma Flores (35), la portera, en declaraciones al portal Télam.
"Los primeros pobladores deben haber estado acá hace 200 años, Yo lo conocí con 50, 60 casas ocupadas en invierno y verano. Cuando empecé a trabajar en 1981 tenía como 40 chicos menores de 5 años de edad, quiere decir que había población. Y los partos los hacía yo", recuerda Tito, quien en la actualidad es enfermero en el Botiquín N° 2 de la Dirección Provincial de Sanidad.
“La gente vivía de su hacienda y sembraba, casi no había empleados. El único empleado era el policía, el jefe del Registro Civil, enfermero y maestros. Cuando era alumno había una sola cocinera. En aquellos tiempos, los pobladores sembraban principalmente maíz, papa, zapallo, poroto y cayote” señala Tito.
"Chicos hay, solo en mi familia hay 4 que vendrían a esta escuela. Y mi mamá ahora viviría acá si pudieran ir a esta escuela", asegura Ximena. "Además, es una escuela albergue". Pero no es que el pueblo sea fantasma. En verano, hasta abril, vuelve mucha gente a sus casas. En las fiestas religiosas, también. "Y cuando se hacen campeonatos de fútbol, de hombres, mujeres, o los Evita, alrededor de la cancha", se entusiasma Claudia Flores.
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