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SUSCRIBITE Ramón Morales está internado hace cerca de seis meses en el Hospital Pablo Soria. No recibe visitas de familiares ni de amigos. No pide plata ni cosas, sólo que vayan a visitarlo, a preguntarle cómo anda.
Hace unos seis o siete meses, Ramón contrajo el Síndrome de Guillain-Barré que le generó la deformación del tono muscular y cierta parálisis en las manos. Las piernas también estaban afectadas. Cuenta que hasta ese momento trabajaba en blanco en una finca de tabaco y frutilla en El Carmen. Allí estaba como encargado pero que cuando enfermó la patrona lo llevó al hospital y lo dejó ahí. Poco después le dieron de baja a la obra social que tenía y se quedó sin nada. “Yo les cuidaba la frutilla para que no se les perdiera nada. Cuando estuve yo nunca se les perdió nada”, se lamenta.
Los días pasaron y por el hospital no fueron sus antiguos empleadores, tampoco los familiares. “Cuando necesitaba remedios, un pañal, no había quién me trajera nada. Las enfermeras me compraban los remedios”.
Ramón tiene una hermana llamada Cristina López que vive en barrio La Posta de Perico.
Es salteño, pero hace cerca de 30 años se vino a Jujuy a trabajar. Iba a Salta y volvía. Tuvo dos hijos que quedaron viviendo allá. Cristian de 24 años y Raquel de “treinta y algo”. Su hijo vive en barrio Norte Grande de la ciudad de Salta. “Si pueden venir, que vengan. Si no, no molesto más a nadie”, dice con resignación.
Cuando se le consulta sobre la atención que recibe en el hospital, a Ramón no le alcanzan las palabras de agradecimiento. “Me tratan de lo mejor. Esa radio me la compraron ellos. Por ahí me traen un caramelo, un paquete de galletas. Las enfermeras vienen a cada rato, no me abandonan. Nunca me han abandonado”.
“Requiere una rehabilitación continua”
Stella Maris Mendieta es una de las enfermeras que del sector que cuida a Ramón Morales. Contó que el paciente ingresó “con una patología de base que es el Guillain-Barré. Estaba cursando una desnutrición y deshidratación. Hace tres meses tuvo una neumonía y después una infección urinaria, por lo que tuvo que estar mucho tiempo solo, en aislamiento”.
La situación médica de Ramón ya está compensada, sólo recibe tratamientos paliativos porque el síndrome no tiene cura. “Requiere una rehabilitación continua, fisioterapia, kinesioterapia. Por ahí no puede alimentarse por sí solo. Una semana que le falta rehabilitación y no puede movilizar los brazos”, explicó Stella Maris.
El hospital no es el lugar adecuado para él que debería estar en algún centro donde pueda tener un mejor tratamiento. La enfermera cuenta que intentaron enviarlo a diferentes hogares, pero en todos siempre piden la presencia de al menos un familiar ya que algunos requieren que vayan a alimentarlo o que se lo lleven a la casa los fines de semana.
Mientras tanto, hasta que alguno de sus parientes pueda acercarse, Ramón estará como hoy, recostado en una cama de hospital, con otro paciente y las enfermeras, como única compañía.
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