Para muchos fue el peor año de la humanidad. Por lo menos de la historia más reciente. La pandemia de coronavirus que aun azota al mundo no nos da tregua. El maldito virus se llevó a personas que aún tenían mucho por vivir, seres queridos y amigos de años. La crisis sanitaria nos obligó a cambiar nuestros hábitos, pero por sobre todos nos invadió de temor.
El 2020 nos dejó enseñanzas. La cuarentena, larga en Argentina, nos alejó de nuestros seres queridos, nos prohibió demostrar el afecto traducido al contacto físico, al cual los argentinos somos tan apegados. Nos cambió los hábitos de trabajo y hasta nos eliminó de los eventos que tanto bien nos hacen.
Por eso renovar esperanzas en el 2021, cambiar la energía y confiar en que todo mejorará, no es solo una intención, sino una obligación que nos puede permitir transitar con otro animo un año que se augura difícil, pero que mejorarlo también depende de nosotros, de nuestra actitud y de la conducta que tengamos.
Un año que nos trae desafíos. El primero es sin duda aprender de lo que esta trágica pandemia nos está dejando. Hacer un mundo más justo, sin tantas desigualdades, sin la división que el planeta generó hace muchos años y que la crisis mundial expuso, y que día tras día se agrava. Ayudar en estos tiempos es vital, porque el mundo necesita un cambio, y este año es un buen momento para hacerlo.
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