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SUSCRIBITEAlrededor del 97% de la población es católica. Esta es la segunda ocasión en que un Papa visita el país; la primera fue hecha por Juan Pablo II en 1989.
La misa del Papa Francisco en Timor Oriental congregó a 600.000 personas.
Aproximadamente 600.000 individuos, casi la mitad de la población de Timor Oriental, se congregaron el martes en un parque costero para la última misa oficiada por el Papa Francisco. Esta ceremonia tuvo lugar en el mismo espacio donde San Juan Pablo II rezó durante el proceso de independencia del país frente a Indonesia.
Si bien en naciones más grandes otras misas papales han reunido a millones y, sin duda, personas de diferentes países estuvieron presentes el martes, se estima que la asistencia en el pequeño Timor Oriental fue la más alta en un evento papal en cuanto a proporción de habitantes.
En su homilía, pronunciada en español y traducida al tetum, Francisco destacó la felicidad que trae el nacimiento de un bebé y señaló que en Timor Oriental “es maravilloso lo que pasa cuando nace un bebe” y que aquí en este país “hay muchos niños” y es “un país joven en el que en cada rincón la vida se siente palpitar y bullir”.
“Y la presencia de tanta juventud y de tantos niños es un don inmenso”, agregó. Y detalló que “hacer espacio a los pequeños, acogerlos, cuidarlos, y hacernos también todos nosotros pequeños ante Dios y ante los hermanos, son precisamente las actitudes que nos abren a la acción del Señor”.
Para concluir, el pontífice dijo: “Estén atentos por que me dijeron q en algunas playas vienen cocodrilos. Tengan cuidado. Estén atentos, estén atentos a de esos cocodrilos que quieren venir y cambiar la cultura, que quieren cambiarles la historia, manténganse fieles y no se acerquen a esos cocodrilos por que muerden fuerte y duele mucho”.
El pontífice prosiguió su sermón solicitando a los creyentes de una de las naciones con mayores niveles de pobreza: “Queridos hermanos y hermanas, no tengamos miedo de hacernos pequeños ante Dios y los unos frente a los otros; de perder nuestra vida, de dar nuestro tiempo (...) para la acogida a los demás”.
El parque de Tasitolu se transformó en un océano de sombrillas blancas y amarillas, los tonos representativos de la bandera del Vaticano, mientras los habitantes de Timor Oriental buscaban refugio bajo ellas del sol vespertino, aguardando la llegada de Francisco para la ceremonia religiosa. De manera intermitente, los camiones cisterna rociaban el área con agua desde sus mangueras.
“Estamos muy contentos de que el Papa haya venido a Timor porque es una bendición para nuestra tierra y nuestro pueblo”, aseguró Dirce Maria Teresa Freitas, de 44 años, quien arribó al campo a las 9 de la mañana desde Baucau, más de siete horas antes.
Se cree que Tasitolu fue un sitio utilizado por las fuerzas indonesias para deshacerse de los cuerpos de las víctimas durante los 24 años que dominaron Timor Oriental. Hoy, este lugar es conocido como el "Parque de la Paz" y alberga una estatua de Juan Pablo II, de un tamaño superior al real, en homenaje a su visita en 1989. En esa ocasión, el papa polaco expuso los abusos a los derechos humanos cometidos por Indonesia y brindó apoyo a los timorenses, mayoritariamente católicos.
La presencia de Juan Pablo II contribuyó a que el mundo prestara atención a la difícil situación de los timorenses y a la represión del régimen indonesio, durante el cual cerca de 200.000 personas perdieron la vida en un período de 25 años.
Francisco siguió los pasos de Juan Pablo II al visitar la nación, alentándola dos décadas después de su independencia lograda en 2002. Timor Oriental, o Timor-Leste, sigue siendo uno de los países con mayores niveles de pobreza, con el 42% de su población de 1,3 millones de personas viviendo bajo la línea de pobreza, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Sin embargo, la devoción de los timorenses es muy arraigada: el territorio ha sido mayoritariamente católico desde la llegada de los exploradores portugueses a principios del siglo XVI, y en la actualidad, cerca del 97% de los habitantes practican el catolicismo. La multitud se ha congregado masivamente para recibir al primer papa que los visita desde que son un país independiente.
Las autoridades informaron que aproximadamente 300.000 personas se habían inscrito a través de sus diócesis para participar en la misa. Sin embargo, el presidente José Ramos-Horta esperaba una asistencia de 700.000, mientras que el Vaticano proyectaba hasta 750.000.
Matteo Bruni, portavoz del Vaticano, mencionó que los organizadores locales calcularon que alrededor de 600.000 personas acudieron al parque Tasitolu y sus alrededores.
Desde antes del amanecer, los asistentes hicieron fila para acceder al parque, ubicado a unos 8 kilómetros de Dili, junto a la costa. Horas antes de la ceremonia, las rutas hacia el lugar estaban atestadas de autos, camiones y autobuses llenos, mientras que otros caminaban por la carretera, ignorando las veredas.
Las temperaturas llegaron a los 31 grados Celsius (88 grados Fahrenheit), y la sensación térmica era todavía más intensa, con una humedad superior al 50%.
“Para nosotros, el Papa es un reflejo del Señor Jesús, como un pastor que quiere ver a sus ovejas, por eso venimos a él con todo nuestro corazón como nuestra adoración”, dijo Alfonso de Jesús, quien también vino de Baucau, la segunda ciudad más grande del país después de Dili, a unos 128 kilómetros (80 millas) al este de la capital.
De Jesús, de 56 años, fue una de las cerca de 100.000 personas que participaron en la misa de 1989 oficiada por Juan Pablo II, la cual llamó la atención mundial por un disturbio que estalló al finalizar. El papa polaco presenció cómo agentes indonesios de civil, armados con porras, confrontaron a unos 20 jóvenes que coreaban “¡Viva la independencia!” y “¡Viva el Papa!”.
De acuerdo con un informe de Associated Press de la época, los manifestantes desplegaron una pancarta frente al altar y arrojaron sillas contra la policía. Un cartel decía “Fretilin les da la bienvenida”, haciendo alusión al grupo independentista que resistió la ocupación indonesia tras la anexión de Timor Oriental en 1976, luego de que Portugal desmantelara su imperio colonial de varios siglos.
Cuatro mujeres fueron ingresadas en el hospital con lesiones provocadas al ser aplastadas por la multitud. El Papa no sufrió daños. Amnistía Internacional más tarde manifestó su inquietud por la detención y tortura de alrededor de 40 personas, aunque las autoridades indonesias en ese entonces negaron haber realizado arrestos o actos de tortura.
“La misa se desarrolló de manera muy ordenada y con medidas de seguridad muy estrictas”, recordó De Jesus más de tres décadas después. “Pero se vio interrumpida por un breve disturbio al final del evento”.
En numerosos reportes de la época, se mencionaba al obispo de Dili, Carlos Ximenes Belo, con el objetivo de destacar la difícil situación que enfrentaba la población de Timor. Belo recibiría más tarde el Premio Nobel de la Paz junto con Ramos-Horta, en reconocimiento a sus esfuerzos para resolver pacíficamente el conflicto en Timor.
Sin embargo, desde entonces, la reputación de Belo se ha visto gravemente perjudicada, al menos fuera de Timor Oriental, tras la revelación en 2022 por parte del Vaticano de que había sido sancionado por abuso sexual de menores. Actualmente residiendo en Portugal y con la prohibición del Vaticano de contactar con Timor Oriental, Belo parece haber sido excluido de las menciones oficiales durante la visita de Francisco, aunque los habitantes de Timor aún lo consideran un héroe.
La hermana María Josefa, una monja originaria de Cabo Verde que reside en Dili desde hace cinco años, comentó que Francisco tenía razón al referirse en términos generales al “abuso” al llegar a Dili el lunes. Señaló que, aunque el Papa no mencionó a Belo directamente, sus palabras reflejaron un sentimiento de empatía.
“Lamentablemente la Iglesia está formada por santos y pecadores, pero el Papa dejó en claro que Dios no permite este tipo de prácticas”, afirmó. “Simplemente debemos corregir, comprender a los que han caído y también tratar de levantar a los que han sufrido tanta tortura”.
Francisco ha elogiado a Timor Oriental por los avances logrados desde su independencia y está trabajando para motivar al país a fortalecer sus instituciones públicas y atender a los más desfavorecidos.
El Papa arribó al país el lunes y, al día siguiente, visitó un centro para niños con discapacidades administrado por una orden de monjas. Al llegar a la escuela Irmas Alma, las niñas, incluyendo una sin brazos, le obsequiaron un chal tradicional tejido, llamado tais.
Mientras acariciaba la mano de un niño llamado Silvano en su cochecito, Francisco comentó que el cuidado de niños con tales condiciones de salud “nos enseña a cuidar”. “Así como Él se deja cuidar, nosotros debemos aprender a dejarnos cuidar por Dios, que nos ama”, afirmó Francisco.
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