El ataque aéreo con drones en el aeropuerto de Bagdad con el que Estados Unidos mató este viernes a Qasem Soleimani, el general militar más importante de Irán, ha tensionado en extremo las relaciones entre Teherán y Washington, que venían complicadas tras meses de ataques comerciales y amenazas en Medio Oriente. Es, a todas luces, una declaración de guerra.
"Nos estamos levantando en un mundo más peligroso. La escalada militar siempre es peligrosa", dijo con razón la secretaria de Estado para Asuntos Europeos francesa, Amelie de Montchalin.
Es que Irán ha prometido venganza. Su líder supremo, Ayatollah Ali Khamenei, advirtió que "una fuerte represalia está esperando" a quienes mataron a Soleimani y eso podría incluir cualquier tipo de ataque.
A esto se suma un crecimiento de protestas anti yanquis en Irak, Irán, Pakistán e India que podría terminar con un fortalecimiento de Teherán, al revés del efecto que buscaba Washington con el ataque. Si bien muchos iraníes no coinciden con las medidas de la Guardia Revolucionaria, consideraban a Soleimani un héroe nacional que luchaba contra el extremismo suní del yihadista Estado Islámico.
Desde el Pentágono dijeron que el ataque, donde también murieron otras siete personas, entre ellas Abu Mahdi al-Muhandis, el comandante adjunto de las milicias respaldadas por Irán en Irak (Fuerzas de Movilización Popular), fue "una acción decisiva defensiva para proteger al personal estadounidense en el exterior" que eran foco "planeados de futuros ataques iraníes". Además, dijeron que Soleimani y sus fuerzas fueron los responsables de las muertes de cientos de norteamericanos.
El ataque fue decidido directamente por el presidente estadounidense, Donald Trump, en contra de lo que dicta cualquier código internacional que se utiliza en situaciones de tensión, pero en medio de su proceso de destitución y campaña de reelección.
La situación recuerda a la acusación que el ex presidente George W. Bush hizo contra Irán, Irak y Corea del Norte - los calificó como "ejes del mal" - poco antes de invadir Bagdad en 2003 y derribar la dictadura de Saddam Hussein, ex aliado de su país.
Como lo detalla el analista de política internacional Marcelo Cantelmi, con el ataque Washington logró fortalecer las alianzas de Irán con sus socios - Rusia, China y parte del mundo árabe que mantiene recelo hacia la revolución islámica de los ayatollahs - y, en consecuencia, Estados Unidos perderá influencia en Irak, donde aún mantiene 5 mil tropas.
La enemistad entre Irán y Estados Unidos data desde la revolución islámica de 1979 y el golpe de Estado en Teherán que el país del norte respaldó en 1953 y consolidó el poder del sha que gobernaba por sobre el primer ministro electo. Sin embargo, a partir de 2018 las relaciones se tensaron aún más cuando Trump decidió retirar unilateralmente a su país del acuerdo nuclear de Irán con las potencias mundiales.
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