Con el apoyo de la gente en la calle, el gobierno de Turquía aplastó finalmente el alzamiento de un sector de las Fuerzas Armadas después de una larga noche de violencia y choques armados. La intentona golpista, que provocó una fuerte conmoción política en el país, terminó con al menos 265 muertos –161 de ellos civiles–, 1.300 heridos y una feroz purga por parte del presidente islamista Recep Tayyip Erdogan.
Al amanecer la televisión estatal mostraba como los soldados golpistas se rendían en los puentes de Estambul y en otros sectores claves que habían sido tomados. Los tanques, detenidos en medio de las calles, fueron capturados por multitudes de simpatizantes del oficialismo que se treparon a ellos y gritaron consignas contra los militares rebeldes. Habían sido convocados por el propio Erdogan para defender la democracia.
En algunos sectores hubo linchamientos de golpistas. En un video publicado en Twitter, que fue grabado en uno de los puentes del Bósforo, se ve a un soldado tendido en el suelo y cubierto de sangre. El que graba dice en turco: “Hemos matado a cuatro, ahora estamos con el quinto. ¬Perro!”. Entonces se escuchan tiros y otros gritan: “¬Alá es grande!” e “¬Infieles!”. En otra zona de Estambul, según señala la prensa local, una multitud degolló a un soldado.
No está del todo claro quién orquestó el golpe y tampoco surgió un líder manifiesto. Lo único que se emitió fue un comunicado vago, sin gran sostén ideológico, que fue leído en la emisora estatal.
Los golpistas parecen haber malinterpretado la situación. De algún modo, su accionar generó una unión de los más diversos sectores políticos en contra de lo que parece haber sido un intento mal planeado de hacerse con el poder.
Todo el espectro político, incluida la oposición, se mostró unida contra la intentona golpista. Tanto los kurdos de izquierda, como los islamistas y los nacionalistas de derecha, condenaron lo sucedido. El propio Erdogan, muy criticado por hechos de corrupción y por la islamización del país, parece haber emergido con nuevas fuerzas de estos hechos.
El gobierno en pleno salió a capitalizar el fallido golpe. “Nuestros pueblo dio la mejor respuesta a este grupo terrorista. El 15 de julio desde ahora se ha convertido en el día de nuestra democracia”, dijo el primer ministro turco, Binali Yildirim. Y le pidió a la gente mantener la movilización en las calles.
Hubo también sectores radicalizados que pidieron la reimplantación de la pena de muerte. Las cadenas de televisión mostraron a manifestantes gritando consignas como “queremos ejecuciones, queremos pena de muerte”. “Dinos que peguemos y vamos a pegar, dinos que matemos y vamos a matar”, fue otro de los lemas dirigido al presidente. Erdogan no rechazó el pedido, aunque dijo que lo debe decidir el Parlamento. En un discurso ante sus seguidores, sostuvo: “Todos los reclamos serán valorados, analizados y discutidos, ya que es un país democrático”.
El mandatario aplicó una severa purga, cuyo final aún no se distingue. Detuvo a 2.839 militares, la gran mayoría soldados, aunque hay también varios altos jefes castrenses. Relevó a 5 generales y 29 coroneles. Ocho generales turcos huyeron en helicóptero a Grecia y solicitaron allí asilo político.
Erdogan también barrió con un amplio espectro de la Justicia. Echó a 2.745 magistrados de todo el país e hizo detener a 10 miembros del Consejo de Estado turco –uno de los más altos tribunales del país–, y al propio titular de la Corte Constitucional, la más alta instancia legal de Turquía. A todos acusó de estar ligados a los golpistas.
Esto hizo que dos socios fundamentales de Turquía, el presidente estadounidense Barack Obama y la canciller alemana Angela Merkel, pidieran moderación. “El presidente y su equipo lamentaron la pérdida de vidas humanas y destacaron la necesidad vital para todas las partes en Turquía de actuar dentro del respeto al Estado de Derecho y a evitar toda acción que pueda suscitar nuevos hechos de violencia o de inestabilidad”, señaló un comunicado de la Casa Blanca. Merkel repudió el intento de derrocar a un presidente democrático, pero exigió que se respeten los derechos de los golpistas.
El presidente turco, envalentonado, cerró el espacio aéreo de la base que EE.UU. tiene en Turquía y le reclamó a Washington que extradite al clérigo opositor Fethullah Gülen, a quien acusa de estar detrás del fallido golpe. “EE.UU. debe extraditar a esa persona”, dijo Erdogan ante sus partidarios.
Gülen, quien se refugió hace cuatro años en Pensilvania, EE.UU., negó estar implicado en el hecho y arrojó dudas sobre la veracidad del levantamiento militar. “Existe la posibilidad de que el golpe de Estado en Turquía haya sido una farsa para continuar acusando a mis seguidores”, afirmó el religioso.
Gülen es un imán que se dedicó a difundir el islamismo. Su movimiento es una enorme red que cuenta con más de 1.000 escuelas en 130 países. También tiene universidades, diarios, canales de televisión, estaciones de radio y bancos. Fue un hombre fuerte del establishment turco, y durante años respaldó a Erdogan. Sin embargo, hace tres años hubo una ruptura entre ellos, cuando los medios de Gülen difundieron la investigación que involucraba al mandatario en graves hechos de corrupción. El gobierno estadounidense aceptó evaluar el pedido, pero pidió pruebas concretas contra Gülen.
Pese a que el gobierno tiene el control total de la situación, la tensión se mantiene en las calles de Turquía, donde el oficialismo sigue movilizado.
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