Durante los últimos tres meses, tres voluntarios estuvieron consumiendo el contenido de la canasta básica que utiliza el Indec para para medir la pobreza y la indigencia. Lo hicieron en el marco del Proyecto Czekalinski, dirigido por científicos del Conicet, que cuestionan este parámetro de medición. Descubrieron graves riesgos para la salud física y psicológica relacionados con esta alimentación, que obligaron a dos voluntarias a abandonar el experimento.
Paula Chacón, co directora del Proyecto Czekalinski, explica en diálogo con Canal 4 que la canasta básica no está confeccionada para que alguien la consuma. “Nadie come canasta básica - explica -. Es una unidad monetaria, es nuestro principal parámetro de medición de pobreza en la Argentina y es confeccionada por el Indec para que, de un conjunto de alimentos, se calcule un costo”. A partir de ese costo, detalla la investigadora, el Indec determina quién está sobre la línea de pobreza y quién sobre la línea de indigencia, según pueda o no alcanzar ese nivel de consumo con sus ingresos.
El experimento Czekalinski, señala Chacón, cuestiona esa medición de pobreza y busca que la Canasta Básica Alimentaria sea abolida y reemplazada por la alimentación sugerida en las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA) de la Secretaría de Salud de la Nación.
De acuerdo con los últimos datos del Indec, un varón de entre 30 y 59 años necesita $4.886 pesos al mes ($163 al día) para no ser indigente; es decir, para comprar los 58 alimentos de la canasta básica que le proveen 2.700 calorías diarias. En el caso de las mujeres se trata de $124 diarios o $3720 mensuales, que implican 2.050 calorías diarias.
La canasta tiene menos de una fruta al día y casi no tiene legumbres. Incluye casi dos kilos de pollo del mes que son de alitas y rancho, que casi no tienen carne. “Solo hay hueso con carne, que es pura grasa. La leche es aguada”, explica una coordinadora.
El Proyecto Czekalinski consiste en entregarle a los voluntarios los alimentos con los que deben comer todo el mes, de acuerdo con la canasta básica del Indec, porque, señala Chacón, “hay estudios que dicen que con ese precio no se puede llegar a fin de mes”. A los voluntarios les realizan controles médicos regulares para no poner en riesgos sus vidas. Dos de ellos tres tuvieron que abandonar el experimento por los daños en su salud generados por la dieta.
¿Qué pasa en el cuerpo y la mente con el consumo de los alimentos de la canasta básica?
canasta básica proyecto maldonado
De acuerdo con los resultados de los primeros meses del estudio, por un lado, hay un grave riesgo para la salud psicológica y el ánimo. “Hay mucha preocupación, mucho decaimiento; preocupación constante por ver si van a llegar o no a administrar los alimentos hasta fin de mes”, comenta Chacón.
Claudia Albrecht, una de las voluntarias que además es licenciada en Nutrición, bajó casi tres kilos desde que comenzó el experimento. “Las sensaciones fueron muchas y fueron mutando… tristeza, frustraciones, bronca, aburrimiento, dolor… pero ninguna partía desde el hambre. Comer pan todo el tiempo es aburrido, comer todo blanco es aburrido”, comentó a La Voz del Interior y agregó: “Pensar todo el tiempo qué podés comer mañana es triste. Sentirte limitado, no poder elegir, te enoja. Pensar que eso es el día a día de 17.630.387 personas, duele”.
Además de los cambios psicológicos, Chacón señala los cambios físicos graves que sufrieron los voluntarios: "Pudimos ir viendo que iban bajando mucho de peso y por los dos motivos a dos de nuestros voluntarios de canasta básica se les recomendó que dejaran el experimento para no poner en riesgo su salud, y así sucedió”.
Los voluntarios bajaron entre seis y tres kilos. Les dieron altos los colesteroles, los triglicéridos y el azúcar en sangre; les bajó magnesio y la vitamina B12, tuvieron síntomas de deshidratación, anemia, pérdida de masa ósea, muscular y fuerza y alteraciones en el ciclo menstrual. Eso además de bajas defensas, lo que provoca enfermedades frecuentes y debilita el sistema inmunológico. Martín Maldonado, que es el director de este proyecto y otro de los voluntarios que continúa pero evalúa abandonarlo, comenzó a sufrir acidez y altos niveles de trigliceridemia.
Florencia Demarchi, otra de las voluntarias, pesaba 60 kilos al principio del experimento. Tres meses después llegó a 55, su límite médico de bajo peso. Ella también es nutricionista y supo preparar, racionar y planificar su alimentación con los alimentos que tenía: “Imaginá los que no cuentan con esos recursos”, dice.
Consumir alimentos de la canasta básica es un grave riesgo la salud y buscan reemplazarla.
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