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10 de mayo de 2017 - 12:49

Cómo era Favaloro, según su "discípulo" que opera en Jujuy

Un cirujano cardiovascular que trabaja en Jujuy fue alumno de René Favaloro en el que era uno de los mejores lugares de Latinoamérica para aprender a operar un corazón. A 50 años del primer bypass, así recuerda al hombre que revolucionó la cirugía de todo el mundo.

En 1984, con una democracia recién recuperada, René Boggione no era el cirujano experimentado que es hoy, pero quizás ya soñaba con eso para su futuro. Era un joven médico que quería especializarse en cirugía cardiovascular y que podía aprender del mejor: su tocayo, René Favaloro.

El creador del bypass ya estaba nuevamente en Argentina después de haber desarrollado en Estados Unidos su técnica revolucionaria con la que salvó en cinco décadas a miles y miles de personas en todo el mundo.

En 1967 saltó a la fama cuando creó un método para, a grandes rasgos, usar una sección de vena o arteria sana de otra parte del cuerpo y utilizarla como “puente” para evitar el sector arterial bloqueado y que la sangre circule por otro lado. Todo, mientras el corazón está latiendo. Como si un mecánico arreglara la manguera por la que circula el combustible mientras el motor está prendido.

En 1971 Favoloro decidió volver al país.

-Él siempre quiso volver al país -recuerda Boggione.

Sabía que en Cleveland estaba de paso. Después del bypass, el “Messi de la cirugía cardiovascular” era una estrella en los congresos, al punto de que los otros médicos le pedían autógrafos, y él siempre escuchaba a todos, respondía preguntas.

-Nunca se la creyó a la fama. Llegó a ser jefe de cirugía de la Cleveland Clinic y tenía mucha gente a cargo. Le ofrecieron de todo para que se quede allá, pero siempre quiso volver.

Favaloro volvió a Argentina en 1971 a trabajar en el Sanatorio Güemes y cuatro años más tarde creó la Fundación Favaloro que comenzó a trabajar en ese centro de salud.

El joven Boggione de 1984 sabía lo que quería y se postuló, como tantos otros, para ser residente en el Sanatorio Güemes donde ya funcionaba la Fundación y que era quizás el mejor lugar de Latinoamérica para aprender a operar un corazón. Finalmente, fue uno de los tres estudiantes que accedió a la residencia.

-Al segundo o tercer día lo conocí –recuerda más de treinta años después desde Jujuy, a más de mil kilómetros de distancia de aquel sanatorio.

Los tres flamantes residentes ingresaron con Favaloro a una cirugía y podían verlo actuar al lado suyo.

-Era imponente, por contextura, era muy alto y además imponía respeto. Tenía una personalidad con llegada y los médicos de planta le tenían mucho respeto.

Entre 1984 y 1987 tuvo trato diario con Favaloro. Era su alumno en el Sanatorio, estaba en las operaciones y participaba de las investigaciones en el laboratorio donde experimentaban con ovejas y terneros.

A la fundación a diario llegaba mucha gente de afuera.

-Siempre invitaba de todo el mundo que quería venir a conocer cómo se trabajaba en la Fundación. Tenía un gran reconocimiento a nivel mundial, como Maradona, Messi o Vilas, y él atendía a todos y los invitaba.

De esa época, recuerda las actitudes que tenía:

Era dedicado: “se acercaba a los pacientes en el postoperatorio y les hacía un seguimiento y uno creía que él no estaba para eso”.

Puntual y trabajador: “llegaba a las 7, estudiaba, operaba, preparaba congresos…”.

Apasionado: “recuerdo el entusiasmo, la pasión y fuerza que le ponía”.

Inteligente: “resolvía cosas en pacientes complicados y uno no sabía cómo hacía”.

En aquella época, un 24 de diciembre por la tarde/noche, un inoportuno paciente requería una cirugía de corazón en la clínica Favaloro. El equipo estaba trabajando y llegó una llamada de la casa del creador del bypass. Los que estaban ahí escucharon que hablaba con su esposa: “Tony, sabés que todavía no me puedo mover. Que hasta que no termine y me quede tranquilo de que está bien, no puedo irme de acá”. En la casa de Favaloro, la cena de Navidad iba a comenzar sin él en la mesa.

En el año 2000 Argentina estaba en plena crisis económica, social y política. La Fundación no era la excepción y no podía cubrir los costos que tenía. Vendió campos y propiedades para mantenerla, pero era insostenible: la receta era echar gente, reducir el personal... pero esa no era una opción para Favaloro que no soportó ese peso en la espalda y tomó la trágica decisión: se pegó un tiro en el corazón.

Así terminó la vida de uno de los héroes más unánimes que tuvo el país, que dejó una huella en los que lo conocieron, dejó aprendizajes en sus discípulos que operan en todo el país, y por sobretodo, dejó un procedimiento médico que va a seguir salvando vidas en todo el mundo, como desde hace 50 años.

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