Identidad no binaria. 

Nombres sin género una tendencia que crece en Argentina

Andes es uno de los nombres sin género que más aparecen en los listados del Registro Civil de Argentina. Cada vez más padres eligen nombres adaptables.
Por  María Cecilia Ibañez

Sin género, neutros, unisex. Novedosos y ajenos a cualquier clase de etiqueta. Andes podría ser para cualquier género. En este devenir y apertura de expresiones, gana terreno la moda de inscribir a los recién nacidos con nombres que pueden denominar a personas de sexos diferentes y construyen su propia tradición cultural. Muchos padres eligen esta alternativa en Argentina.

Algunos de los más repetidos fueron Alex (derivado de Alejandro o Alejandra), Noa o Noah, Miel, Andes y Mats.

Las estadísticas reflejaron también el uso de nombres inéditos como Hefesto, Shakty, Zia, Yui o Kou.

“Los nombres gozan de una larga tradición y se eligen por distintas razones. Es importante determinar cuál fue la motivación y qué lectura hacen de la identidad los padres a la hora de elegirlos. La búsqueda puede ser por la etimología, en personas interesadas en un concepto determinado y con acceso para conocerlo”, reflexiona Santiago Kalinowski, lingüista y lexicógrafo, director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras.

Cada vez más personas se animan a explorar una sexualidad no binaria ni siempre identificada con el género que le fue asignado al nacer. Una parte del feminismo cree que la identidad está inexorablemente ligada a la biología. Otra, que se construye socioculturalmente, es decir, que el sujeto tiene derecho a desarrollarse sexo-genéricamente como desee.

Entre esos nombres Andes es de los más elegidos en Argentina.

Joaquín Linne, investigador adjunto del Conicet y Docente de UBA-UNLa, plantea que los padres eligen ponerles un nombre a sus hijos que les ahorre trámites, traumas y conflictos legales y sociales, en caso de que decidan una orientación diferente.

El uso de la lengua depende de los hablantes. “Los nombres significan cosas porque la gente los vincula con valores que consideran deseables para el hombre o la mujer, según el rol social que ocupe”, señala Kalinowski.

Por ejemplo, Melibea se asocia con la dulzura y por eso, tradicionalmente se lo tomó como un nombre femenino. Sin embargo, el especialista advierte que pueden generarse desplazamientos culturales interesantes que relacionen a la dulzura con la esfera masculina.

“No existe nada en el género del término que predetermine su uso como masculino o femenino. Dolores es una palabra masculina aplicada a mujeres”, insiste Kalinowski. La ley del nombre ya no es restrictiva. Mats es común en inglés, pero en el español resulta novedoso.

Por ahora el fenómeno es muy reciente en el tiempo como para saber la forma en que evolucionará.

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