El 11 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Siesta, una costumbre milenaria que aún genera discusión en ámbitos de bienestar y rendimiento. Aunque muchos resaltan sus beneficios reparadores, investigaciones recientes indican que, en determinadas circunstancias, podría asociarse con trastornos como el insomnio.
La siesta es una práctica común en muchas culturas y puede aportar beneficios físicos y mentales cuando se toma correctamente.
¿Cuál es la clave para aprovechar los beneficios de la siesta?
Desde la antigüedad, el descanso breve a mitad de la jornada fue considerado una estrategia para recuperar fuerzas. Su impacto se analizó en profundidad, y los especialistas afirman que, si se realiza de manera adecuada, puede brindar diversas ventajas.
Tomarse un respiro corto a lo largo del día favorece la retención de información, la atención y el desempeño mental. Una investigación publicada por la Sleep Foundation de EE.UU. resalta que dormir unos minutos puede reducir el cansancio acumulado y potenciar la habilidad para llevar a cabo actividades exigentes. Además, resulta especialmente útil para quienes trabajan en horarios rotativos, como profesionales de la salud, aviadores y conductores, que necesitan mantenerse alerta en horarios irregulares.
Estudios de la NASA indican que una siesta de 26 minutos puede aumentar el estado de alerta en un 54%.
Asimismo, descansar brevemente durante el día está relacionado con el bienestar del corazón. Un estudio observacional indica que quienes duermen siesta una o dos veces a la semana presentan una menor probabilidad de padecer ataques cardíacos o accidentes cerebrovasculares. Además, investigaciones en grupos con déficit de sueño sugieren que este hábito contribuye a reducir la tensión y a reforzar las defensas del organismo.
En el deporte, las ventajas de dormir una siesta también son notorias. De acuerdo con la Sleep Foundation, estudios científicos indican que los deportistas que incorporan este descanso pueden notar avances en su resistencia física, velocidad de respuesta y capacidad mental.
Los expertos recomiendan que una siesta corta de 15 a 30 minutos puede mejorar la concentración y reducir la fatiga.
¿Cuánto debe durar la siesta ideal?
El tiempo que dura una siesta influye directamente en sus impactos sobre el organismo. De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su nombre en inglés), cuanto más se prolonga el descanso, más profundo se vuelve el sueño, lo que puede provocar la denominada inercia del sueño, una sensación de desorientación y pesadez al despertar.
Las recomendaciones generales indican que:
- Siesta corta (15-30 minutos): aumenta la alerta y mejora el estado de ánimo sin afectar el sueño nocturno.
- Siesta larga (90 minutos): permite completar un ciclo de sueño, incluyendo la fase REM, lo que puede ser beneficioso para la consolidación de la memoria.
- Siesta intermedia (40-60 minutos): puede inducir un sueño profundo y provocar aturdimiento al despertar.
Los trabajadores por turnos, pilotos y médicos pueden beneficiarse de las siestas para mejorar su rendimiento y estado de alerta.
Investigaciones llevadas a cabo por la NASA y la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte de EE.UU. determinaron que un descanso de 26 minutos puede incrementar la eficiencia en un 34% y elevar la atención en un 54%.
¿Cuál es el mejor momento y lugar para dormir la siesta?
El impacto de la siesta no está determinado únicamente por el tiempo que dura, sino también por la hora en que se lleva a cabo. Especialistas sugieren que lo ideal es dormirla al menos ocho horas antes de acostarse por la noche, preferentemente entre la una y las tres de la tarde, para no afectar el sueño nocturno.
Este lapso coincide con la conocida “caída de energía después del almuerzo”, una reducción natural en la vitalidad ligada al ciclo circadiano. Aunque el proceso digestivo puede contribuir a la sensación de sueño, este efecto también se manifiesta en quienes no han ingerido alimentos recientemente.
Dormir la siesta una o dos veces por semana se ha asociado con un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Para maximizar los beneficios, el lugar donde se realiza la siesta juega un papel clave.
En ese sentido, los expertos recomiendan:
- Un lugar oscuro y tranquilo para evitar interrupciones.
- Un ambiente con temperatura agradable.
- Usar tapones para los oídos o antifaz en entornos ruidosos.
¿Puede ser perjudicial dormir la siesta?
Aunque aporta múltiples ventajas, no todas las siestas resultan aconsejables. Diferentes investigaciones asocian los descansos excesivamente largos con algunos trastornos de salud.
Un estudio en China descubrió que siestas de más de 90 minutos se asociaban con hipertensión arterial en mujeres de mediana edad y mayores.
Un análisis de múltiples investigaciones encontró que dormir la siesta por más de 60 minutos al día podría aumentar el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
Las siestas prolongadas pueden ser más frecuentes en personas con obesidad, hipertensión o trastornos del sueño.
Otro estudio realizado en Francia reveló que la siesta es más frecuente en personas con ansiedad, depresión, obesidad e hipertensión.
Los expertos señalan que un descanso corto no debe reemplazar el sueño reparador nocturno. De acuerdo con la psicóloga clínica Molly Atwood, de Johns Hopkins Medicine, si alguien requiere dormir durante el día con regularidad para rendir adecuadamente, esto podría ser indicativo de un problema de sueño no diagnosticado.
En la siesta, como en la vida, la clave está en el equilibrio.
Lejos de ser una simple indulgencia, dormir una siesta tiene efectos tangibles en el bienestar y la productividad cotidiana. No obstante, su impacto positivo está condicionado por aspectos como el tiempo, la duración y la regularidad con que se lleva a cabo.
La clave para una siesta efectiva es equilibrar su duración y frecuencia para evitar efectos negativos en el sueño nocturno.
Una siesta breve y correctamente planificada puede ser beneficiosa para la salud, pero su exceso podría generar efectos negativos. Como en cualquier aspecto, el secreto radica en encontrar un balance: asegurar un buen descanso nocturno y usar la siesta como un apoyo puntual, en lugar de sustituir el sueño nocturno.
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