José Daniel Valencia fue quizá el mejor jugador surgido de tierras jujeñas. Campeón del Mundo en Argentina 1978, casi juega en Europa tras billar en Talleres.
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SUSCRIBITEJosé Daniel Valencia fue quizá el mejor jugador surgido de tierras jujeñas. Campeón del Mundo en Argentina 1978, casi juega en Europa tras billar en Talleres.
El ex volante de Gimnasia de Jujuy dio una larga entrevista donde habló de todo, incluso el día en que estuvo cerca de jugar en el club más poderoso del planeta: Real Madrid. Valencia jugó entre 1975 y 1985 en Talleres, y en esos años de esplendor, tuvo ofertas para jugar en Europa.
En una gira con el club cordobés, Santiago Bernabéu, el por entonces presidente de Real Madrid, quiso llevarse al ‘Rana’, pero su respuesta fue no. “Ojo que en esa época no se manejaban las cifras de hoy… Yo le pregunté a Amadeo (Nuccetelli, entonces el presidente de Talleres) qué contrato me querían hacer, y me dijo ‘hay esto, esto y esto’. Y no era una diferencia abismal. La única ventaja era que a los tres años el pase quedaba en mí poder. Yo no vivía ni vivo del aire, pero priorizaba otras cosas, las sigo priorizando y nunca me arrepentí. Era feliz jugando en Córdoba. Yo jugué en el Barcelona de esa época, a Talleres lo iban a ver todos, hasta los hinchas de Belgrano. Y ese orgullo no tienen precio”, aseguró Valencia.
Valencia vivió hasta los 14 años en La Tablada, donde su padre era canchero. Para el ‘Rana’ era el patio de su casa en Jujuy. Hoy su tiempo trascurre en el cordobés barrio de Villa Belgrano, a los 65 años. El exquisito enganche, tuvo tiempo para recordar su regreso a Jujuy apenas ganado el Mundial del 78.
En un patrullero fue hasta el hotel, se subió a su auto y comenzó su viaje a Jujuy, donde esperaba abrazar a su madre, pero antes dejó una nota. “Profe, gracias por todo. ¡Somos campeones del mundo! Vine rápido al hotel antes que se llene de gente, ya me voy a casa a ver a mamá. Despídame de todos. Abrazo enorme”. Según cuenta, cuando llegó habían declarado asueto laboral para recibirlo. En reencuentro con su madre aun lo recuerda, ya que Blanca estaba esperándolo, con una multitud, en la calle principal de Jujuy.
Nació en San Salvador de Jujuy un 3 de octubre de 1955. Jugó en el Lobo desde 1973, hasta que Talleres se vio deslumbrado por su juego y se lo llevó dos años después del debut. “En ese momento no me daba cuenta de las cosas, solo quería jugar y divertirme. No me comparaba con nadie, no sabía quiénes eran los rivales”, relató el hábil volante que brilló en Talleres tras su comienzo en Jujuy.
Para Valencia, el fútbol de antes no volverá y el 10 clásico tampoco. “Nunca más vamos a ver a los 10 de antes. Por cómo se juega ahora, ya no se ve buen fútbol. Quizás, Riquelme haya sido el último 10 que hayamos visto”, describió.
“Mis hijos ven algunos partidos por YouTube, y cuando ven algunos de los pocos goles que hice, notan que yo solo levantaba las manos… ‘Papá, que pecho frío’, me dicen. Y bueno, yo lo sentía así, porque para mí el gol no era lo más lindo. Yo no sabía cómo festejar un gol, y hoy muchos jugadores ensayan una coreografía en la semana. Es raro”, dijo.
Sobre a qué equipos sigue, dijo que se toma tiempo para pocos. “Al único que puedo ver es al Barcelona, y quizás al City. Y sí, me detengo frente al televisor porque está Messi, pero todo se hizo muy físico, y cualquiera es un fenómeno como dicen los periodistas. Hay muy buenos jugadores, pero no son cracks”.
En el recuerdo no puede faltar Maradona, su compadre, ya que Diego era el padrino de María Inés, una de las hijas de Daniel. El 20 de octubre del 76, debut de Pelusa en Argentinos. Contra Talleres, con Valencia en la cancha. “Esa fue la primera vez que lo vi en carne y hueso. Y después empezamos a tratarnos en el 78, a partir de la concentración en la Villa Marista de Mar del Plata. Enseguida se dio la relación, a pesar de que yo le llevaba 5 años a Diego. Teníamos muchas cosas en común: la familia, la música, hablar con doble sentido, reírnos adentro de la cancha…”
Hoy recuerda la última vez que lo vio. “Fue muy duro verlo así, con una terrible falta de cariño. Él nos hizo llamar para que fuéramos a verlo. Yo fui con mis hijos, y al llegar nos dijo: ‘Los estaba esperado’. Esa última vez fue muy triste, muy dura. Tenía una voz larga, no era la voz de él. Ya estaba con sedantes…, no pude evitar largarme a llorar. Era emoción, sí, y era tristeza. Y a pesar de eso, al otro día, cuando le entregaron en la cancha un cuadro inmenso, él, pícaro, al oído me decía: ‘Compadre, ¿cómo hago para llevarme esto en el avión? Qué boludos que son…, ¡cómo hago!’”.
“Después de esa vez en Córdoba ya ni pude hablar siquiera, porque este muchacho, Morla, como todo el mundo ya sabe…, también caí en la bolsa. Siempre lo mismo: que no estaba, que dormía, que estaba con el psicólogo, con el masajista… Nunca más pude hablar con él”. Hay algo de incredulidad, y de deseo también. “Yo pienso que todavía lo voy a ver”, concluyó.
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