Ya se preparan. Cientos de personas esperan ansiosas la llegada del diablo del carnaval. Los festejos duran días y tienen un efecto multiplicador. “Es la fiesta popular más importante de Jujuy”, asegura Isolina Comas, una de las más prestigiosas historiadoras jujeñas. “Tiene ribetes extraordinarios, es el momento de dejar todo de lado, que las energías contenidas se liberen y donde se deja el reinado de Dios por el del “diablo del carnaval”, repite sin dudar.
El diablo sale del mojón para trasmitir la alegría y la buena suerte: “el mojón es una especie de apacheta, donde se abre la boca de la tierra, por la fecundidad de las cosechas”, dijo Comas y agregó que hay un símbolo del carnaval: “es la albahaca. Con la bienvenida a un fortín junto a la vacuna y “entalcarte” la cara para ser uno más de la fiesta, siempre debe estar”, detalló.
En la ladera del cerro se inicia el rito de desentierro del carnaval, donde el diablo sale a divertirse: “en Uquía bajan los diablos y en cada mojón, cuando salen las banderas, salen los diablitos con el diablo mayor para iniciar la fiesta”, describió Comas, con el alma puesta en esa fiesta inigualable.
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Las comparsas bajan bailando al ritmo de la música popular, con coloridos y brillantes disfraces, el aroma a las hojitas de albahaca, el talco, la bebida en exceso y la diversión: “Los topamientos son antiguos usos donde las comadres, a través de la copla, con sus rimas y ocurrencias, se encuentran, y los duelos de coplas llevan largas horas”, detalló.
El diablo del carnaval es el hombre y la mujer común, el trabajador, el maestro, el niño y el adulto que quiere olvidar las obligaciones, agradecer por lo que tiene y pedir por lo que vendrá. Es una imperdible experiencia que combina tradición, color y mucha diversión.
Con el entierro termina el carnaval, el broche final: “una ceremonia que te toca el alma”, asegura Isolina Comas, admiradora de una costumbre valorada por propios y extraños. “Desde la mañana temprano la gente deambula por las calles con gemidos lastimeros y lamentos. Todo hasta que vuelve el diablo, el año próximo”, grafica la historiadora, segura que vivirlo en primera persona dejará en la memoria una huella imborrable.
“No se puede privar al jujeño del carnaval”, afirma Isolina con la misma convicción que comparte con miles de personas, ratificando que el carnaval es mucho más que un simple momento de espaciamiento. Es el poder sentirse libres, despojados de las presiones del mundo moderno y disfrutar del hoy, sin pensar en el mañana. Porque para eso, habrá tiempo.
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