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24 de diciembre de 2024 - 10:38
Mundo.

¿A dónde se dirige el iceberg más grande del mundo que se desprendió de la Antártida?

Este gigantesco témpano de hielo, que abarca 3.600 km², estuvo atrapado en el fondo marino del mar de Weddell durante más de treinta años.

Redacción de TodoJujuy.com
Por  Redacción de TodoJujuy.com

En la Antártida, un inmenso iceberg denominado A23a, inicia su travesía final. Este bloque de hielo, que cubre cerca de 3.600 kilómetros cuadrados —lo que equivale a cinco veces el tamaño de la ciudad de Nueva York— avanza de manera pausada hacia su desaparición en las aguas más templadas del Atlántico Sur.

Este bloque de hielo, considerado el más grande del planeta, es una parte del iceberg A23, que se separó en 1986 de la plataforma de hielo Filchner, en la Antártida. Durante más de 30 años, este titán estuvo varado en el fondo marino del mar de Weddell, inmovilizado por su enorme masa, que alcanza casi un billón de toneladas. Sin embargo, en 2023, un giro inesperado lo liberó de su prisión glaciar, iniciando su travesía hacia aguas más cálidas, lo que podría determinar su futuro.

Su desprendimiento ocurrió en 1986, pero permaneció inmóvil en el mar de Weddell hasta 2023 debido a su colosal masa.

Un renovado interés en la comunidad científica

El fenómeno que motiva el desplazamiento del A23a despertó un renovado interés entre los expertos. Su tamaño colosal y el posible efecto de su desintegración en los ecosistemas oceánicos sitúan al iceberg como un tema central en las discusiones globales sobre el cambio climático y el ciclo vital natural de los glaciares.

El iceberg A23a comenzó su viaje al liberarse de la columna de Taylor, un vórtice marino que lo mantuvo girando en el mar de Weddell durante varios años. Este fenómeno, conocido como una "jaula líquida", se produce cuando las corrientes oceánicas giran sobre formaciones submarinas, reteniendo objetos como icebergs.

A lo largo de este periodo, el A23a dio al menos quince vueltas completas antes de liberarse. Aunque los investigadores no han podido identificar con exactitud qué facilitó su liberación, Jan Lieser, experto en glaciares del Servicio Meteorológico Antártico, sugirió que “una perturbación aleatoria en el sistema pudo haber creado una variación en el giro, abriendo una ruta de escape”.

La interacción del A23a con las aguas más cálidas genera un impacto significativo en los ecosistemas marinos.

Desde que fue liberado, el A23a avanzó unos 240 kilómetros en dirección noreste, acercándose al Atlántico Sur y alejándose de las frías aguas que lo habían mantenido atrapado. Este movimiento no solo simboliza el final de su prolongado estancamiento, sino también el comienzo de su eventual desintegración en un ambiente más cálido.

Un ecosistema en movimiento

El contacto del A23a con aguas de temperatura más elevada tiene un efecto notable en los ecosistemas oceánicos. De acuerdo con estudios dirigidos por el proyecto BIOPOLE, los icebergs de gran tamaño funcionan como fuentes de nutrientes a lo largo de su trayecto, liberando hierro y otros elementos vitales que favorecen el crecimiento del fitoplancton. Este microorganismo juega un papel crucial en la cadena alimentaria marina, beneficiando a criaturas desde pequeños peces hasta enormes mamíferos marinos, como las ballenas.

Laura Taylor, experta en biogeoquímica del proyecto, comentó: “Sabemos que estos gigantescos icebergs pueden aportar nutrientes a las aguas por las que pasan, creando ecosistemas prósperos en áreas que de otro modo serían menos productivas”. Sin embargo, la comunidad científica continúa explorando la magnitud precisa de este fenómeno y las posibles variaciones dependiendo del origen y las dimensiones de los icebergs.

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Conforme el A23a avanza hacia la isla subantártica de Georgia del Sur, su ruptura se vuelve inevitable. Los especialistas prevén que el iceberg empezará a desintegrarse en fragmentos más pequeños, los cuales se derretirán con el tiempo, cerrando así el ciclo natural de los témpanos originarios de la Antártida.

Cambio climático: ¿un factor determinante?

El desplazamiento y la descomposición del A23a reavivaron la discusión sobre el calentamiento global y sus efectos en la ruptura y desgaste de enormes masas de hielo. Los investigadores están de acuerdo en que, aunque la fragmentación de los icebergs forma parte de un proceso natural, los niveles de temperatura excepcionales en la Antártida y el océano Austral podrían estar acelerando este fenómeno.

El reporte Protecting a Changing Southern Ocean de la Coalición Antártica y del Océano Austral (ASOC), publicado en octubre de 2023, subrayó cómo el cambio climático ha exacerbado las "anomalías sin precedentes" en esta área, como las olas de calor oceánicas y el aumento acelerado del deshielo.

Desde su liberación, el A23a ha recorrido aproximadamente 240 kilómetros hacia el noreste.

El camino hacia la desaparición

El trayecto del A23a a través del denominado "callejón de los icebergs", una vía común para los témpanos que se separan de la Antártida, coincide con el destino de gigantes como el A68a. Este último, luego de su desprendimiento en 2017, siguió una ruta parecida antes de desintegrarse cerca de las islas Orcadas del Sur.

El impacto ambiental y científico del A23a perdurará incluso después de su disolución física. Los nutrientes que liberará su desintegración podrían generar efectos duraderos en los ecosistemas del Atlántico Sur, mientras que su análisis brindará datos cruciales para entender con mayor profundidad la dinámica de los glaciares y los efectos del cambio climático en los océanos de las regiones polares.

El fenómeno que impulsa el movimiento del A23a ha generado un renovado interés en la comunidad científica.

Andrew Meijers, experto en oceanografía del British Antarctic Survey, sintetizó el enfoque de los científicos: “Estamos interesados en ver si tomará la misma ruta que otros grandes icebergs y, más importante, qué impacto tendrá en el ecosistema local”.

A medida que el iceberg A23a avanza hacia su disolución, se erige como un emblema del frágil balance entre los procesos naturales y el impacto humano sobre la Tierra. Su trayecto final no solo refleja la grandeza de los fenómenos naturales, sino que también actúa como un incentivo para investigar más a fondo cómo el cambio climático está afectando los ecosistemas a nivel mundial.

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