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SUSCRIBITENumerosos argentinos buscan lugares para explorar durante los días feriados y de descanso. El norte argentino es un lugar ideal para tener en cuenta.
Hay cinco destinos ocultos en el norte argentino que resultan perfectos para visitar.
El norte de Argentina está repleto de encantadores lugares que no son visitados a diario. En este contexto, muchos habitantes de Tucumán organizan sus escapadas para los fines de semana largos, aprovechando diversos destinos ocultos en las provincias aledañas.
En este marco, hay cinco destinos ocultos en el norte argentino que resultan perfectos para visitar en estas ocasiones. En esta oportunidad, estos lugares se localizan en las provincias de Jujuy, Catamarca y La Rioja.
Situada en la quebrada de Jujuy, a una altitud de 4.400 metros, entre Cusi Cusi y Liviara, esta formación es una versión más pequeña del sanjuanino y abarca 60 kilómetros de diámetro. Compuesta por lava, escoria y basalto, sus tonalidades varían del verde al gris y del gris al blanco, aunque el color más predominante es el rojo, lo que le ha valido el apodo de “Valle de Marte”.
Se encuentra en el paraje Matancillas, al lado de la nueva traza de la ruta nacional 40, y está señalizado con un cartel que muestra una cámara de fotos, algo inusual en esta región.
En el salar de Antofalla, una de las áreas más desoladas y de difícil acceso de la Puna catamarqueña, a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar, se pueden observar tres enigmáticas lagunas interrelacionadas que exhiben diferentes tonalidades: una de color rojo, otra azul y una tercera negra.
Ubicado a tan solo 25 kilómetros de Ischigualasto, el acceso se encuentra a 13 kilómetros del cruce entre la ruta nacional 150 y la ruta nacional 76. Esta región fue designada como área protegida en 2002, junto a las Serranías de Famatina y la Corona del Inca, con el objetivo de salvaguardar un lugar de gran valor turístico que alberga formaciones geológicas de la cuenca de Ischigualasto.
El Chiflón se puede recorrer con un guía en diferentes modalidades (cortas y largas) que permiten observar troncos fosilizados, antiguos morteros de piedra, pucarás y espectaculares miradores.
Con una altitud media de dos mil metros, estas dunas están entre las más altas de América y constituyen un pequeño desierto que se eleva y se disuelve entre las montañas. Alcanzaron notoriedad en 2009, cuando el rally Dakar las seleccionó para atravesar libremente ese vasto territorio de arena.
Es posible acceder sin guía, tomando la RP 34 hasta Medanitos (a 20 kilómetros de Fiambalá) y luego recorriendo otros 20 kilómetros de ripio por la ruta provincial 135.
Aunque es un lugar que carece de señalización, es fundamental contar con un guía local para llegar. Los senderos son antiguos caminos de extracción de madera que eran recorridos por bueyes hasta la década de 1930. En los últimos 200 metros, se encuentra el río termal que brota de una fuente, alcanzando una temperatura de 30°, aunque va disminuyendo su calor a medida que avanza el recorrido.
El aroma a azufre predomina en el ambiente, anticipando la llegada de esos ojos de aguas azules donde, según se dice, es necesario bañarse desnudo para que los sueños se hagan realidad (no se recomienda zambullirse, ya que la profundidad apenas llega a dos metros).
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