“Somos el punto más septentrional de la Argentina, no hay otro más arriba en el mapa que esté habitado, estamos limítrofe con Bolivia hacia el oeste y el norte, con la localidad de La Ciénaga al sur, y con Santa Catalina hacia el este”, indica el guía. Cuenta que no hay una fecha exacta de la fundación del lugar, pero sí hay un antecedente histórico.
El angosto, el punto norte más extremo de Argentina.
“Sabemos que en el Tratado limítrofe de 1938, Bolivia nos cedió este territorio, a cambio de que Argentina le diera el Chaco salteño, y así lo incorporamos y se fue formando una etnia quechua”, explica. En épocas de gran concurrencia, la Escuela N° 369 llegaba a contar con 80 estudiantes, pero actualmente solo 18 niños asisten a las clases.
“Vivían unas 40 familias, pero que estén instalados de forma definitiva no hay más de 30, han quedado los abuelos y algunos jóvenes, pero la mayoría de la juventud emigró a las ciudades en búsqueda de trabajo porque cuesta subsistir”, expresa Casiano.
La crianza de cabras es una de las actividades ganaderas que persisten entre algunos residentes, y los quesos de cabra son muy demandados en los pueblos cercanos. Desde noviembre hasta finales de marzo, la comercialización de este producto local se convierte en la principal fuente de ingresos. Sin embargo, deben lidiar con un problema: la carencia de energía eléctrica, lo que obliga a los pequeños productores a llevar su producción a las viviendas del pueblo que cuentan con suministro eléctrico.
La cría de cabras es una de las actividades de ganadería que siguen practicando algunos habitantes.
“Hay paneles solares, pero la potencia es de 12 voltios, que es muy poco y no llega a los alrededores, así que la forma de sobrevivir en la ayuda mutua, el sentido de comunidad, y que los conserve en heladera quienes tienen luz en el pueblito”, comenta. Poner a cargar el celular, conectar una radio y tener tres focos funcionando es todo un logro. “Algunos que han podido comprar para potenciarla y elevar el voltaje a 220, pusieron inversor, pero solo se utiliza algunas horas de la tarde”, aclara.
Cocina a leña y el desafío del agua
En El Angosto no se dispone de gas natural, por lo que la gente cocina utilizando leña. Los árboles de churqui son comunes, y de ellos se obtiene la madera requerida. Entre los platos tradicionales se encuentran la lagua, una sopa originaria de Cusco, la calapurca, los guisos y el asado de cabrito. Alimentos como el maíz, las papas, las habas y el choclo son fundamentales en la cocina andina.
El Angosto, en el departamento de Santa Catalina en la provincia de Jujuy.
“Tenemos un invernadero que ayuda al autoabastecimiento, se siembran las verduras y nos mantenemos con eso, porque como es un valle a 3100 metros sobre el nivel del mar, los viajes para ir a comprar son muy esporádicos, una vez al mes vamos hasta La Quiaca”, asegura Casiano.
Una de las necesidades más urgentes es el acceso al agua, debido a la contaminación de los ríos. “En Bolivia se está practicando bastante la minería, el lavado de oro, y a 20 kilómetros tenemos empresas mineras que están trabajando, entonces el agua no se puede beber, y presentamos un proyecto a nivel nacional para tratar de solucionarlo”, revela.
Les informaron que se instalará un tanque de 3.600 litros, que almacenará el agua recolectada de las lluvias mediante chapas, pero el inconveniente es que, en ausencia de precipitaciones, la falta de agua persistirá.
Las casas de algunas de las familias que viven en la localidad de la Puna jujeña.
“Tenemos que sacar el agua del lugar más limpio, de los ojitos del río, que están a mucha distancia, y para sacarla hace falta bomba solar, manguera, y todo eso nos complica”, indica con preocupación.
En la relación de servicios aparece un puesto de salud atendido por una agente sanitaria, sin embargo, según su experiencia como enfermero de emergencias retirado, afirma que las visitas médicas son muy escasas. “Los médicos no son bien bonificados, entonces no trabajan, y es un problema grande que tenemos en nuestra provincia”, expone.
Asimismo, existe una oficina del Registro Civil que gestiona ciertos trámites urgentes de documentación, aunque para procedimientos más complicados, los habitantes deben viajar a las ciudades vecinas. “Contamos con un destacamento policial, pero su personal se desempeña en Santa Catalina, que está a 30 kilómetros, porque todavía no tiene el espacio físico en El Angosto para instalarse”, señala.
La finca Buena Esperanza perteneció al abuelo del guía local, y están colocando señalizaciones para posicionar la casa histórica.
Las compañías de telecomunicaciones locales no les permiten establecer comunicación, ya que carecen completamente de señal. Por lo tanto, los residentes utilizan tarjetas SIM adquiridas en Bolivia para obtener una mejor cobertura, y esta es la única opción para mantenerse en contacto, incluso desde las zonas rurales. En cuanto a las viviendas, la mayoría aún conserva el estilo tradicional con paredes de adobe y techos de paja, aunque también se encuentran algunas construcciones recientes con techado de metal.
“Lo que se sigue manteniendo es todo lo que hace la estructura de las casas, que en verano son frías y en invierno calientes”, detalla el guía.
El templo, otro de los símbolos importantes del lugar, está dedicado a la Virgen de Lourdes, a quien se homenajea el 11 de febrero. La temporada de carnavales es una de las más destacadas, atrayendo a personas de diversas localidades, quienes se congregan en el salón comunal del pueblo.
Dos turistas en la iglesia de El Angosto, que tiene como patrona a Nuestra Señora de Lourdes.
“Contamos con cuatro camas para hospedar cuando llega gente de afuera, y en este último tiempo estamos tratando de prepararnos un poco más para recibir turismo, pero nos hace falta mucha ayuda, nos cuesta desde conseguir un colchón hasta solucionar el problema del agua, todo se hace difícil”, remarca.
En el mes de agosto, la localidad conmemora dos celebraciones adicionales: el 1° de agosto, dedicado a la Pachamama, y la fecha de fundación de la Escuela N° 369, que lleva el nombre de Lucía Rueda, la maestra pionera que inauguró el colegio en su propia vivienda.
“Ella emigró para estudiar y volvió a su tierra para enseñar, la tomamos como un baluarte porque fue quien marcó el puntapié inicial de que la gente que se fuera a estudiar, volviera para ayudar”, manifiesta.
El turismo, una necesidad
Casiano posee dos autos y se traslada a El Angosto siempre que tiene oportunidad, en ocasiones incluso varias veces al día. Hay un objetivo que lo motiva, un anhelo de gran significado emocional.
Cada 11 de febrero se celebra a la patrona del pueblo.
“Nací en la casa de mi papá, y la casa de mi abuelo está tres kilómetros al frente; la quiero rescatar como una casa histórica, refaccionarla, que se convierta en hostal de campo para los turistas y un museo por todas las cosas que hemos guardado y sería lindo mostrar”, proyecta. El proyecto ya tiene nombre: “Finca Buena Esperanza”, y el objetivo también está fijado, solo que faltan recursos.
“Como jubilado mucho más no puedo hacer, acarreo todas las cosas en la camioneta para seguir restaurando el domicilio, pero si se me termina el dinero o algo que necesito, tengo que volver a buscarlo hasta La Quiaca”, ejemplifica.
El cajero automático se presenta como una especie de deseo que se toma a broma, siendo la planificación y los desafíos logísticos algunos de los principales inconvenientes a superar. Como padre de cuatro hijos, él y su esposa ven la restauración de su hogar como una herencia que honra a sus antepasados.
Durante las visitas, los turistas recorren la localidad, disfrutan del atardecer y de comidas típicas junto a los residentes.
“Queremos dejarle el punto donde vivió mi padre, y aunque no estemos preparados a nivel turístico, estamos trabajando para eso”, dice con optimismo.
“A nivel paisajístico es muy poco difundido, son lugares inhóspitos y tiene que ver que son de difícil acceso, pero se puede hacer contando con los vehículos apropiados, como camionetas 4x4 o motos grandes, y se suele hacer base en Santa Catalina, por ser un pueblo mucho más consolidado con microclima, un río que les brinda la posibilidad de tener sembradío y animales, y en hospedaje hay varias prestaciones”, comenta.
La escuela y la biblioteca popular son algunos de los espacios que atesora la población por ser centros de formación.
Dependiendo de la época del año, que va de marzo a principios de noviembre, ya que después las lluvias dificultan el acceso, transportan entre 150 y 1000 turistas al mes hacia la localidad más septentrional de Argentina. Una de las paradas más destacadas debido a su impresionante vista panorámica es el mirador El Filo del Angosto, situado a 4000 metros sobre el nivel del mar, desde donde se puede observar el límite con Bolivia y Chile.
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