Hace un siglo, la abuela de Pablo, Melania, emprendía viajes a caballo para visitar zonas habitadas por pingüinos en la Patagonia. Tiempo después, compartió con su nieto, el protagonista de esta historia, sus vivencias y experiencias. Estos relatos impactaron profundamente al joven, generando en él un inmenso interés por conocer todo acerca de estas aves marinas no voladoras y por su preservación.
“El doctor Pablo Borboroglu es responsable de importantes logros en la comprensión del comportamiento y la ecología de los pingüinos. Ha preservado millones de hectáreas de hábitat crítico para los pingüinos, lo que constituye un logro asombroso”, detalló Rob Shumaker, presidente y Director General de la Indianapolis Zoological Society, que ofrece el galardón.
“Es una voz poderosa, optimista y experta para la conservación de los animales y es extremadamente merecedor del Premio Indianápolis de este año”, añadió en un comunicado.
Posee un conocimiento exhaustivo sobre la alimentación, hábitat, migración, estado de conservación y desafíos que enfrentan los pingüinos. Su experiencia abarca desde las especies más grandes, como el "pingüino emperador" de la Antártida, que puede alcanzar hasta 1,20 metros de altura, hasta el diminuto "azul", el más pequeño de todos, con tan solo 33 centímetros.
Ha desempeñado un papel fundamental en la creación de áreas protegidas en Argentina y en la implementación de estrategias de conservación en múltiples países. Además, fundó la Global Penguin Society, una organización sin ánimo de lucro respaldada por instituciones como National Geographic y Disney, entre otras, que se dedica a la protección y preservación de estas aves marinas.
El científico es cofundador y copresidente del Grupo de Especialistas en Pingüinos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que ayuda a evaluar el estado de conservación de los pingüinos y a promover medidas internacionales para su conservación.
En una nota, García Borboroglu comentó: “Mi abuela Melania fue la primera persona que me contó historias increíbles sobre los pingüinos. Ella vivió una época en que se explotaba a los elefantes y lobos marinos. No existía el concepto del ecoturismo. Sus historias me conectaron con la naturaleza y con los pingüinos. Hoy siento que también hago lo mismo cuando, desde el programa de educación que tenemos en nuestra Global Penguin Society, contamos historias a cientos de miles de chicos”.
Luego, hubo otro momento que le generó preocupación. “En la década de 1980 morían 40.000 pingüinos por año cerca de las costas de Chubut como consecuencia de los derrames de petróleo. Esas muertes estaban naturalizadas. Aparecían cubiertos de petróleo en las playas y empecé a rehabilitarlos en un centro que armamos”, destacó.
En 1991 se produjo un derrame aún mayor frente a Península Valdés que causó la muerte de 17.000 animales en dos meses. “Después de ese desastre, me formé para ayudarlos en su conservación. Más adelante, con el apoyo de diferentes organizaciones ambientalistas, se lograron alejar las rutas petroleras de la costa y junto con el uso de nuevas tecnologías para detectar pérdidas se redujeron las muertes de pingüinos por derrames. Hoy no son más de 20 por año”, indicó.
Se graduó en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco y posteriormente obtuvo su Doctorado en la Universidad Nacional del Comahue. A lo largo de su carrera, ha publicado más de 80 trabajos científicos, incluyendo artículos en revistas especializadas que abordan diversas especies de pingüinos. Además, ha redactado 17 informes técnicos y ha contribuido en la elaboración de 6 planes de manejo animal, entre otros logros destacados.
En reconocimiento a su labor, el investigador ha sido galardonado con otros importantes premios, como el Whitley Award en 2010, otorgado por Whitley Fund for Nature y la Princesa Ana de Inglaterra, así como el título de PEW Fellow in Marine Conservation en 2009.
Uno de sus notables logros fue liderar el proceso de creación de la reserva de biósfera más extensa de Argentina, conocida como Patagonia Azul, que abarca una superficie de 3.100.000 hectáreas en la provincia de Chubut. Esta área protegida posee una dimensión similar al territorio de Bélgica o a la provincia de Misiones, destacándose por su importancia ecológica y conservacionista.
“Estoy muy contento con recibir el Premio Indianápolis de conservación este año”, expresó. “Nuestro trabajo ha servido para crear 13 millones de hectáreas de áreas naturales protegidas para los pingüinos en tierra y en el océano, entre otros impactos”, resaltó.
Una de las acciones destacadas fue su liderazgo para el proceso de creación de la mayor reserva de biósfera de la Argentina, que se llama Patagonia Azul, que tiene 3.100.000 hectáreas en Chubut. Es decir que tiene una dimensión semejante al territorio de Bélgica o a la provincia de Misiones.
Además, el científico ha desplegado esfuerzos en la instauración de la Reserva El Pedral, ubicada en Punta Ninfas, Chubut, donde se llevan a cabo actividades turísticas en armonía con los objetivos de conservación.
Entre las medidas implementadas, se ha restringido el acceso de vehículos a una distancia de 1.200 metros antes de la colonia de pingüinos de Magallanes, la cual se encuentra presente entre septiembre y abril. Se ha establecido estrictamente que los visitantes no deben, bajo ninguna circunstancia, tocar a los pingüinos y se les insta a mantener una distancia apropiada para evitar perturbaciones que puedan alterar a las aves.
Gracias a una gestión eficiente del área, se ha observado un notable incremento en el número de nidos. De acuerdo con el último censo realizado por García Borboroglu y su equipo de colaboradores, la cifra ha aumentado de unos pocos en el año 2008 a más de 3.600 en la actualidad.
El científico logró salvar a muchos, y ha ayudado a que las poblaciones de algunas especies se recuperen. No obstante, le preocupa la situación global de los animales.
Entre las 18 especies de pingüinos, la mitad está considerada como “amenazada”, alertó en una nota con colegas de Infobae.
“Enfrentan diversas amenazas tanto en tierra como en los océanos. En el mar, los afecta el mal manejo de las pesquerías comerciales, la contaminación marina por petróleo y por plásticos, y la introducción de especies exóticas. Por ejemplo, en Nueva Zelanda, el pingüino azul está en problemas por exóticas que se comen sus crías”, detalló.
A su vez, “en la región de la Antártida, cambia la formación y el derretimiento del hielo y eso altera el hábitat que los animales necesitan para reproducirse”, puntualizó.
Otras especies también “encuentran escasez de alimentos cerca de las colonias. Entonces, como tienen que nadar, les demanda más energía y eso puede influir la supervivencia de las crías y la dinámica de las colonias”, señaló. Los incendios de vegetación son otro factor que los altera porque los animales no detectan el fuego y mueren.
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