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18 de febrero de 2016 - 10:31

La "pausa sagrada" que favorece un buen apetito

Es un saludable aprendizaje que da la posibilidad de incorporar el límite y el poder elegir qué comer y cuándo parar.

Alimentarse no es solo comer. La luz del sol que ingresa por nuestra piel activa la vitamina D. Hacer actividad física nos “alimenta”, estimulando y fortaleciendo nuestros huesos y músculos. Hacer el amor nos llena de endorfinas, que es un alimento para que nuestro cerebro esté pleno y equilibrado. Meditar mejora la capacidad de neurogénesis (el nacimiento de nuevas neuronas), alentando la flexibilidad mental y la lucidez de los procesos cognitivos. Compartir un lindo momento con amigos y sonrisas, al estimular las células espejo del cerebro, alimenta nuestro registro de pertenencia y bienestar con nuestro entorno. Son algunos de los muchos alimentos que no solo se digieren en el tubo digestivo.

También hay alimentos especiales que requieren una digestión particular. Por ejemplo, cuando un episodio inesperado de la vida desata en el cuerpo un pico de estrés que desequilibra todas nuestras funciones. Si en el tiempo esto se puede asimilar, el malestar se procesa y se deja atrás. Aunque si no contamos con los elementos para degradarlo probablemente nos quedemos atorados dejando una secuela crónica. Estos momentos poco gratos, que generan estrés, necesitan una “digestión especial”. Saber afrontarlos, transitarlos, es una tarea que no viene incluida en la genética. Se aprende. En nuestros genes están todos los ingredientes necesarios para cocinar una buena receta anti-estrés, cada familia transmite ciertos saberes sobre cómo afrontarlo. Pero también tiene ciertas lecciones a aprender, que se reflejan en las tendencias a adquirir enfermedades como por ejemplo la obesidad, la hipertensión o la diabetes.

Está claro que alimentarnos conscientemente es una tarea muy íntima y propia de cada uno. Uno puede nacer en una familia con ciertas tendencias, pero nadie está condenado a enfermar. No es un destino. La salud también se aprende. Es un proceso que lleva tiempo madurar, se nutre en la introspección y luego se disfruta con los demás. Como los platos de cocina de autor.

La serotonina y el placer

Hay en el imaginario social un prejuicio contra el sobrepeso que consiste en la idea que el que está gordo no puede esperar. Que frente a la comida no tiene freno por ser gordo. Sumándole confusión al malestar que genera estéticamente el sobrepeso (y todos los problemas de salud). Los avances de las neurociencias nos han mostrado que una de las funciones importantes del alimento es proveer precursores para la síntesis de serotonina en el organismo. Desde hace poco se conoce que al menos el 90% de esta sustancia la encuentra en el Sistema Nervioso Entérico (que forma parte del aparato digestivo) cuya formación se encuentra influida por las propiedades de los alimentos que ingerimos. La serotonina es un neurotransmisor que genera placer e interviene en el estado de ánimo. Entonces para todas las personas (no sólo para quienes están gordos) el alimento es una fuente de placer.

Incorporar la pausa sagrada es un aprendizaje que hace bien a todos y es especialmente indicado para quienes padecen problemas con la alimentación. Ya que sana al proveer la maravillosa posibilidad de incorporar el límite y el poder elegir. Elegir qué comer y cuándo parar, tan necesario para lograr un buen apetito, y clave para una buena digestión. Aprender a digerir los límites, una generosa tarea a la que todos estamos expuestos y que se aprende por las buenas al aspirar a alimentarse bien, y con eso adquirir un buen vivir.

Quien aspire a ser un comensal consciente necesita superar ampliamente las recetas trilladas que indican no comer calorías, ingerir alimentos con bajo sodio o dejar de comer dulces. Necesita aprender a sintonizar con la propia vida, desde un genuino espacio interior, incorporando la pausa. Sanando de adentro hacia afuera. Volviéndose el autor protagónico de sus propios platos en la alquimia de la vida. Y eso se aprende. Bon Appetit.

Por Daniela Tagliani:   Licenciada en Psicología. Docente de la formación en COMER DESPIERTO: 

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