El sueño insuficiente afecta tanto la mente como el cuerpo. Cerca de un tercio de la población no alcanza las 7 a 9 horas de descanso recomendadas por la Fundación del Sueño de los Estados Unidos. Según especialistas en medicina del sueño, un 31% de los adultos duerme menos del tiempo aconsejado, lo que pone en riesgo su salud física, cognitiva y emocional.
El doctor Daniel Pérez Chada, presidente de la Fundación Argentina del Sueño y director de la Clínica del Sueño del Hospital Universitario Austral, advierte que la falta crónica de sueño provoca problemas cardiovasculares, deterioro cognitivo, debilitamiento inmunológico y aumenta el riesgo de obesidad y diabetes tipo 2.
Una investigación reciente del Instituto de Neurociencia y Medicina Jülich, en Alemania, analizó 231 estudios que compararon personas con trastornos del sueño y sujetos bien descansados. Los resultados, publicados en JAMA Psychiatry, revelan diferencias claras en las zonas del cerebro afectadas según el tipo y duración del problema de sueño.
El doctor Masoud Tahmasian, investigador y coordinador del estudio, explicó que los trastornos como insomnio, apnea obstructiva del sueño, narcolepsia y la falta de sueño puntual activan áreas distintas del cerebro. Estos hallazgos demuestran que la falta de descanso es uno de los factores de riesgo modificables más importantes para las enfermedades mentales, tanto en adolescentes como en personas mayores.
Trastornos crónicos del sueño
El investigador Gerion Reimann, coautor del trabajo, detalló que las personas con trastornos crónicos del sueño presentan alteraciones en la amígdala derecha, el hipocampo y la corteza cingulada anterior. Estas regiones están relacionadas con la memoria, las emociones, la toma de decisiones y la percepción sensorial. Estos cambios explican síntomas diurnos frecuentes como agotamiento, fallos de memoria, irritabilidad y estados depresivos.
En cambio, la privación aguda de sueño afecta el tálamo derecho, encargado de regular el movimiento, la percepción del dolor y la temperatura corporal. Esta área está vinculada a una menor atención, lentitud en las acciones y sensación de frío, síntomas comunes tras una noche sin descanso.
Reimann subrayó que no existe superposición entre las regiones cerebrales afectadas por los trastornos crónicos y las alteradas por la privación aguda. Esta diferenciación permitirá a los investigadores centrar futuros estudios en las redes cerebrales exactas implicadas en cada trastorno.
Tahmasian resaltó la importancia de abordar los trastornos del sueño desde una perspectiva transdiagnóstica. Esto permitiría analizar simultáneamente distintas afecciones y diseñar terapias más eficaces. Con esta información, será posible evaluar de manera más precisa el impacto de tratamientos como la terapia cognitivo-conductual o la presión positiva continua (CPAP) frente a las opciones farmacológicas.
Los expertos coinciden en que comprender qué regiones cerebrales están implicadas en cada trastorno allana el camino hacia tratamientos más específicos y medidas preventivas más efectivas. Además, estos hallazgos refuerzan la necesidad de cuidar el sueño como un pilar fundamental de la salud integral.
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