Karina Belén Ortega tiene 25 años, ingresó a la Armada Argentina hace 5 y egresó con la especialidad Servicios Hidrográficos Balizamiento. Actualmente tiene el rango de Cabo Primero y se encuentra destinada en el faro Claromecó, de esta manera se convirtió en la primera mujer en ser parte del equipo de trabajo encargado de cuidar al centenario faro.
Una jujeña es la primera mujer en custodiar un faro centenario del atlántico
Cabe mencionar que la importancia del rol de Karina radica en contribuir a la navegación desde la administración del faro para que esta actividad se desempeñe de manera segura. La zona en la cual se encuentra la jujeña requiere especial atención dado que es un lugar caracterizado por bancos arenoso.
El lugar desde el cual Karina contribuye a la Patria conformando la Armada Argentina está ubicado a 2 kilómetros de la ciudad, en el Partido de Tres Arroyos al sur de la provincia de Buenos Aires, el faro Claromecó depende de Faros, Radiofaros y Pontones (SIFR) del Servicio de Hidrografía Naval (SHN).
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Comúnmente llamados “torreros” o “guardianes de faro”, el personal militar de la Armada que allí se encuentra está especializado en Servicios Hidrográficos, como Karina Belén, quien además posee una orientación en Balizamiento. Su trabajo y el de sus compañeros es que el faro nunca deje de funcionar.
Karina contó que es la primera vez que personal femenino está destinado en ese rol: “Soy la primera mujer destinada en el faro, en total somos 5 miembros de la Armada, de los cuales 3 habitan en el predio con sus familias”.
La Cabo Ortega vive en las afueras del faro, con su hijo Gael de 2 años y su pareja, quien es bombero y empleado municipal. “La ciudad me gusta, es muy tranquila, familiar, y se puede disfrutar entre otras cosas, de la playa durante todo el año”, expresó Karina quien nació lejos del mar, en San Salvador de Jujuy, y que a la edad de 4 años se fue a vivir a la ciudad de Palpalá con sus padres y 4 hermanos.
En el faro, las actividades de Karina son realizar guardias y contribuir al mantenimiento de la torre de 54 metros de altura sobre el nivel del mar y el predio de 4 hectáreas donde se emplaza.
Karina contó cómo se cambia manualmente la enorme lámpara de luz del faro que cuenta con electricidad urbana y es fotocélula, es decir, cuenta con una plaqueta programada que se prende sola y una baliza de emergencia automática.
El faro puede ser visitado por el público en general, teniendo los recaudos correspondientes en virtud de la pandemia producida por el COVID-19; en la base del faro hay un pequeño museo donde se exhiben los restos óseos de una enorme ballena hallada en las costas del balneario y otras curiosidades.
Para evitar que los buques se aproximen a la zona de arenales, sobre todo cuando los vientos y las tormentas dificultan la navegación y orientación, la gran altura del faro de Claromecó permite ser visto a unos 48 kilómetros de distancia. De día, se identifica por sus 5 franjas horizontales pintadas de blanco y 5 de negro; y de noche, por la luz blanca que destella, tres veces cada 30 segundos.
Cuenta con 278 escalones y, en poco tiempo, el faro será parte de los faros centenarios del país: su construcción comenzó en diciembre de 1921 y se habilitó el 20 de octubre de 1922. Además de estar próximo a cumplir los 100 años, es uno de los faros más altos de la costa argentina junto al Querandí, solo superados por el Recalada a Bahía Blanca en Monte Hermoso.
Desde Jujuy a la costa atlántica
“Fue por mi hermano”, sonríe Karina explicando que fue él quien de alguna manera inclinó la balanza para que ingresara a la Escuela de Suboficiales de la Armada (ESSA) en el 2015.
“Una vuelta nos fuimos de vacaciones a Buenos Aires con mi familia y paseando por Puerto Madero mi hermano ve la fragata ARA ‘Libertad’ y dice que algún día iba a estar ahí porque quería ser marino, ‘si vos te vas yo te sigo le dije’; él tenía 11 y yo 10”, revivió aquel momento significativo.
Hoy David Ezequiel Ortega, su hermano mayor, es Cabo Primero Comunicante y está destinado en la Base Naval Ushuaia, Tierra del Fuego.
“Quería estar con él y seguir su ejemplo, y mis papás se pusieron muy contentos por eso”, relató la jujeña.
Al ingresar, Karina confesó que adaptarse a la vida naval fue difícil pero no imposible. “Cambiar de ritmo, tener más responsabilidades; es un mundo totalmente diferente al civil, el cambio es rotundo, por supuesto para bien, el mejor cambio en mi vida y se lo agradezco a la Armada”, destacó.
“La Armada Argentina es una gran oportunidad profesional y servir a la Patria, es un orgullo”, dijo la joven jujeña que está en la Institución hace 5 años, y habló de su futuro: “Me gustaría, en un futuro próximo poder navegar, hacer la Campaña Antártica, visitar los Puestos de Vigilancia en faros lejanos, trabajar en Señalización y Balizamiento en el mar. También tener la experiencia de trabajar en una base naval porque debe ser diferente --por la gran cantidad de gente que alberga-- aunque creo que nos ayudaríamos entre todos como acá en el faro, que prevalece la camaradería y el trabajo en equipo”.
“Con la pandemia por el virus COVID-19 este año fue complicado, pero pudieron venir mi mamá y mis hermanas a visitarnos para Año Nuevo y fue una alegría compartir con ellas la fiesta”, aseguró detallando que extraña Jujuy y que en cada oportunidad que puede visita su Palpalá querido.
Karina Belén Ortega asistió a la Escuela Primaria Municipal “Marina Vilte” y al Comercial en el secundario; e hizo vóley de chica en el barrio de su infancia. Entre sus recuerdos y lo que añora de su provincia está la comida típica y nombró el picante de pollo y los asados, “el picante de pollo es una comida de Bolivia; que al estar tan cerca de este país nos vemos influenciados”.
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