Hoy, 13 de septiembre, es el día mundial del chocolate. Se trata de un producto con basta historia. De hecho, ya Hernán Cortés afirmaba en una de sus cartas enviadas a Carlos I de España: “Una sola taza de esta bebida fortalece tanto al soldado que puede caminar todo el día sin necesidad de tomar otro alimento”. El chocolate, muy utilizado en esa zona, cautivó a quienes pisaron el territorio americano.
Los Olmecas, una civilización mesoamericana ubicada en México entre el 1500 y el 500 AC, fueron los primeros en cultivar el cacao, e incluso ya lo bebían. Para ello, molían las habas y las mezclaban con agua y demás hierbas. Lo usan en primer lugar para la realización de rituales religiosos o como bebida medicinal. Luego, esta cultura se afianzó en la zona con su llegada a la civilización Maya. El cacao comenzó a ganar terreno, al igual que la cantidad de leyendas que comenzaron a surgir alrededor de este. Una de estas últimas, indica que el nacimiento del chocolate se dio gracias al dios Quetzalcóatl, uno de los más significativos de la cultura mesoamericana, identificado también como "La serpiente emplumada", quien estimaba tanto a su pueblo que tomó la decisión de entregarles una planta que había robado a los dioses, de la cual podían conseguir una bebida digna solo de ellos.
De esta manera, el chocolate era un bien anhelado por estas civilizaciones, y generalmente se usaba como moneda de cambio en distintas transacciones o en los funerales de las elites. Tan importante fue, que inclusive cuando llegó Cristóbal Colón, lo que más les llamó la atención a sus acompañantes no era el gusto de este producto, sino el valor que se le asignaba en esta parte del mundo al cacao.
Para ilustrarlo de una mejor manera, es preciso señalar que fue el propio hijo de Cristóbal Colón, Hernando, quien en uno de sus textos se refiere a "las almendras que usan como moneda en la Nueva España" de las que resaltó que "las estimaban mucho, porque cuando fueron puestas en la nave, noté que, cayéndose algunas de estas almendras, procuraban todos recogerlas como si se les hubiera caído un ojo".
Pero regresando a Hernán Cortés, su arribo tuvo lugar en un momento crucial de la historia de ese pueblo, ya que estos aguardaban por la llegada del dios Quetzalcóatl, y creyendo ver en los que recién pisaban el territorio la imagen esperada del dios, fue el emperador Moctezuma quien optó por ofrecerles el mejor de los banquetes. Para el final de la velada, se les ofreció esa bebida de la que, de acuerdo con algunas crónicas el emperador llegaba a tomar hasta 50 tazas por día por su fama de ser un potente afrodisíaco.
Los españoles quedaron más que satisfechos con esta bebida de cacao, y el hecho de habérsela llevado a tierras europeas aumentó su popularidad, aunque continuaba siendo algo exclusivo de las clases altas. Además, el término 'chocolate' tiene lugar recién en 1590, en un texto español llamado 'Historia natural y moral de las Indias', escrito por el Padre José de Acosta. Allí indicaba que "el principal beneficio de este cacao es un brebaje que hacen, que llaman chocolate, que es cosa loca lo que en aquella tierra le precian".
Este hombre que desde 1571 llevó adelante significativas misiones en América, ilustraba en ese tiempo: “Tiene una espuma arriba y un borbollón como de heces”, pero subrayaba: “Es la bebida preciada, con que convidan a los señores que vienen o pasan por su tierra los indios; y los españoles se mueren por el negro chocolate”. Pero no se trataba sólo de una bebida, y detallaba: “Lo hacen en diversas formas y temples, caliente y fresco, y templado. Usan especias y mucho chili; también lo hacen en pasta, y dicen que es bueno para la salud, para el estómago y contra el catarro”.
Ana Mauricia, nacida en 1601, fue la hija del rey español Felipe III y quien se casó con el monarca francés Luis XIII, lo cual ocasionó severas disputas ya que el cardenal Richelieu, quien era el auténtico gobernador de Francia, la consideraba como enemiga de los intereses franceses, aunque para el pueblo era una reina ejemplar. Con una atareada vida social, esta mujer también fue una de las responsables de la extensión del chocolate.
Aún la bebida no era muy conocida en dicho territorio, y Ana de Austria, que había tomado conocimiento de este producto en España, llegó a imponerla en las primeras reuniones, con un elevado nivel de aceptación desde el comienzo. No obstante, existía una pequeña distinción en este nuevo territorio alcanzado por la mencionada bebida, y es que lo notaban demasiado fuerte, por lo que era común bajarlo con leche. De esta manera, desde España primero y después Francia, se extendió a los demás países del continente europeo, que lo consumían con un signo de distinción.
La revolución del chocolate no tardó en llegar, y es un hecho que también está en discusión, porque mientras algunos textos afirman que el paso del proceso manual al mecánico se dio en 1777 en Barcelona, otros señalan que en realidad ocurrió en Estados Unidos, puntualmente en Dorchester, Massachusetts. En cuanto a la solidificación y el nacimiento de las primeras tabletas, nadie tiene dudas de que fue gracias al italiano Doret Turín.
En Italia, la familia Fenoglio era dueña de una historia que se sostuvo con el paso del tiempo, y con el abuelo Aldo como uno de los integrantes que hacía trufas, bombones y otros dulces cuidando la composición de sus recetas. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial se avecinaba. En medio de esta lucha, Aldo conoció a Inés, y luego llegó la hora de emigrar. De esta manera, ambos se instalaron en San Carlos de Bariloche, en una aldea de no más de 10.000 habitantes donde crearon la primera chocolatería artesanal del pueblo, llamada Tronador, que a su vez funcionaba como cafetería. La empresa continuó en alza y los conocimientos se fueron transmitiendo de generación en generación.
“Tengo recuerdos de la infancia muy presentes, mi padre era pastelero y mi madre era una cocinera especialista en comida salada. Nosotros vivíamos en la confitería Tronador, es por esto que prácticamente yo aspiraba por los poros chocolate, pastelería y hasta los productos salados que hacía mi mamá. Se puede decir que fui aprendiendo todo por ósmosis, pero la realidad es que fue por estar a la vuelta de ellos mientras elaboraban lo que vendían en la confitería”, explicó Diego Fenoglio en una charla con colegas de Infobae.
El chocolatero confesó que siempre sintió “pasión por todo el mundo de la pastelería y el chocolate, me encantaba lo que hacía mi padre como chocolatero y él me transmitió esa pasión por el mundo de la pastelería y el chocolate. Nunca dudé en seguir sus pasos”. Y siguiendo ese camino, con los conocimientos heredados y la experiencia acumulada fue que en 1996 inauguró Rapanui Chocolates.
En esta línea, Diego comentó cómo es el proceso: “Seleccionamos la materia prima que vamos a utilizar, para nosotros es clave escoger siempre los mejores ingredientes, el chocolate para ser trabajado exige que la materia prima sea de altísima calidad. Luego pensamos en los frescos (frutas) o de temporada que combinarán con este desarrollo, estos se agregan al chocolate ya en la parte final del procedimiento”, continuó.
“En esencia un producto nunca está terminado, siempre se puede mejorar o cambiar algo en la receta para aumentar su calidad”, concluyó Fenoglio. En Francia, en 1995, un grupo de personas entendió que este producto debía contar con una jornada en que se lo festeje, y así fue que se eligió el 13 de septiembre. La fecha no es nada casual, ya que ese día, pero de 1916 tendría lugar el nacimiento de Roald Dahl, el novelista británico creador de una de las obras cumbre de la literatura infantil, que luego llegó al cine en dos ocasiones: Charlie y la fábrica de chocolate. La casualidad hizo que también Estados Unidos empezara a festejarlo en esta fecha, y no precisamente pensando en Dahl. El mismo día se eligió porque en esa fecha, en 1857, nació Milton S. Hershey, fundador de The Hershey Chocolate Company, empresa estadounidense que en 1903 se convirtió en la mayor fábrica de chocolates del mundo.
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