Opinión. 

¿Que tiene el cambio climático para ofrecerle a Jujuy?

Por Adolfo Kindgard, docente, investigador y consultor experto en cambio climático
Por  Agr. Adolfo Kindgard

Lluvia, problemas y oportunidades de desarrollo.

Para que no se vaya todo al carajo en términos climáticos, nuestra forma de vida debe cambiar de manera urgente, y dependiendo el caso, de manera drástica. Cada habitante de la tierra debería permitirse una emisión máxima de alrededor de 2.500 kg de Gases de Efecto Invernadero por año para que el planeta no supere los 2 grados de aumento de temperatura hacia fines del siglo. De no alcanzarse esta ambiciosa meta, deberemos esperar cambios y problemas.

¿Estos kg por habitante son mucho, poco? Veamos. El más reciente documento de los expertos de todo el mundo en cambio climático reunidos en el IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático), valiéndose de métodos y herramientas más actualizadas que en su anterior versión de 2011, es concluyente y alarmante. Estamos afectando los componentes del sistema climático global, en algunos casos ya de manera irreversible en los próximos 2000 años y en otros, aún a tiempo de atenuar.

Con las proyecciones actualizadas las cosas han ido un poco peor de lo esperado y el pronóstico a futuro es aún mas complejo. Ahí se plantean 5 escenarios futuros del clima según el nivel de contaminación, desde el optimista al mas pesimista. Si apostamos al intermedio, dan por muy probables los siguientes cambios: a nivel planetario un aumento de la temperatura de más de 3 °C; se presentarán con más frecuencia olas de calor extremo exacerbadas en las ciudades; aumentarán las grandes tormentas tanto en cantidad como en intensidad; la producción de alimentos y bioenergía se verá azotada por un incremento en las sequias agrícolas, más frecuentes e intensas, y que también afectará a los ecosistemas naturales a través de las llamadas sequías ecológicas; los mares continuarán calentándose, acidificando y perdiendo oxígeno en su capa superior con negativas consecuencias para los seres que lo habitan; y tal vez hacia 2100 ya hayan subido un casi 1 m de nivel, lo cual compromete la supervivencia de los países insulares del Pacifico. También las tormentas de polvo, los deslizamientos de laderas y la pérdida en la masa de hielos del ártico y los glaciares serán otros efectos no deseados que probablemente sucedan. Dicho así, en un listado simple, tal vez no transmite la real dimensión científica que acompañan estas afirmaciones. Miles de expertos de todo el mundo han trabajado durante años para concluir en estos pronósticos con alta probabilidad de ocurrencia.

Otros pronósticos evaluados, como por ejemplo el derretimiento de los hielos de la Antártida, que no incluí en la lista y del cual tenemos alguna evidencia, fueron referidos con baja o incierta probabilidad de ocurrencia al no disponer de suficiente prueba científica.

Se desprende de este pronóstico sombrío que sintetizo, que deberíamos hacer dos cosas urgentes. Por un lado, dejar de contaminar la atmosfera y por otro prepararnos para las adversidades climáticas por venir. En el mundo académico han llamado mitigación a lo primero y adaptación a lo segundo. Ambas cosas se relacionan entre sí, pero no de manera directa. En este fenómeno global que nos sienta a todos en la misma mesa, vale la pena reflexionar un poco sobre responsabilidades y consecuencias. Mientras algunos habitantes del planeta son grandes contaminadores, otros que llevan vidas frugales, cargan con las consecuencias directas de estos cambios sobre sus vidas y hasta su supervivencia. Por así decirlo, una terrible ola de calor estival en Berlín jode al habitante de un tres ambientes con aire acondicionado, pero es insignificante esa molestia respecto a un pequeño agricultor en Malawi que pierde la cosecha del año por una sequía agrícola.

Miremos nuestro contexto.

Un jujeño promedio es responsable de enviar a la atmosfera alrededor de 3.000 kg por año de gases de efecto invernadero, un valor significativamente menor que la media global de alrededor de 7.600 kg por persona por año. Un argentino promedio, en cambio, emite 8.600 kg, superando la media global. Las diferencias nacionales se explican entre otras cosas por el nivel de calidad de vida/consumo, la deforestación y la explotación petrolera. De allí que Jujuy solo aporta el 0,75 % de las emisiones del país y las provincias más ricas, las petroleras y/o las agrícolas aportan el resto. Salvo casos particulares, tanto a nivel de provincia como de países, las desigualdades de emisiones per cápita suelen estar asociadas a niveles de desarrollo. De ahí la importancia del cómo crecer en sociedades aún subdesarrolladas.

Si existiera una justicia global climática, está a la vista que Jujuy estaría más para acomodarse a los cambios que generaron otros (Adaptación) que para desangrarse en esfuerzos descontaminantes (Mitigación). Basta comparar las emisiones anuales per cápita de por ejemplo Australia (24.000 kg), Canadá (21.000 kg), USA (20.000 kg) o China (9.700 kg) para entender donde se originó el problema y de donde deberán venir grandes soluciones. No obstante, a nuestro nivel de vida/emisiones (3.000 kg) aún le sobran 500 kg por año para ser un alumno perfecto en la lucha contra el cambio climático de acuerdo con la estimación del informe AR6 del IPCC, que mencioné al inicio.

¿Entonces dónde están las oportunidades?

Los países responsables de una mayor emisión de gases, de una mayor contaminación de la atmosfera, para reducir en diez veces sus niveles de emisiones, además de cambiar sus hábitos abruptamente, deberán buscar compensación de emisiones, algo así como comprarle derechos de emitir a los que puedan tomar acciones en ese sentido. Las cuentas se ponen difíciles sin ese mecanismo. Jujuy ya tomó algunas medidas muy relevantes como lo son los parques solares, que seguramente nos convierta a futuro en un gran productor de energías renovables y hasta logre comercializar esos derechos de reducción. Sin embargo, a los precios de mercado, unos 5 dólares por tonelada de gas contaminante, esa contribución nunca superaría el 0.5 % del presupuesto provincial. Todo muy incierto, precios y mecanismos, solo un ejercicio teórico para decir que el mercado directo de reducción de emisiones y las mil incógnitas que aún lo rodean no parece ser en sí la gran oportunidad de la provincia.

Sin embargo, la tendencia global hace pensar que los mercados de bienes y servicios irán hacia productos con alguna garantía verde. Por listar algunos grandes, la Unión Europea, Canadá, Japón y hasta Estados Unidos han expresado su compromiso de alcanzar la neutralidad en 2050. Si la provincia continuara la senda, primero de alcanzar la media requerida global, y de ser posible la neutralidad, se podrían estar creando las condiciones que en el futuro favorecerán inversiones verdes y facilitarán acceso a los mercados. Es un cambio no tan lejano.

Desde el turismo sustentable, el bioetanol, la horticultura sostenible y hasta la madera nativa y derivados, las hilanderas o el vino con denominación de origen verde, son una gran oportunidad. Adelantarse al provenir y seguir posicionando nuestra provincia como productor/destino verde puede ser el hilo conductor que dé sentido a todos los esfuerzos de mitigación en curso (energía solar, gestión de la basura, iluminación led) y todos aquellos por venir, como pueden serlo la generación eléctrica distribuida, la electro movilidad, la eficiencia energética, o los grandes planes de reforestación/restauración de ecosistemas.

A su vez deberemos ocuparnos de la adaptación para preservar al menos tres elementos indispensables; la biodiversidad (solo por mencionar un indicador en las Yungas se observa el 50 % de las aves de toda Argentina); el agua y el suelo (base de la producción agro-industrial y minera); y la habitabilidad (Gestionar el riesgo). Estos elementos parecen prioritarios para una política de cambio climático local.

La magnífica biodiversidad de nuestro territorio es proporcionalmente más importante para el país y el mundo que nuestras emisiones y sus posibles reducciones. Los incendios, inundaciones y la erosión del suelo la ponen en riesgo. La productividad del tabaco, la caña, la horticultura, dependen de que logremos gestionar mejor el agua. Almacenarla, regar mejor, prevenir la erosión de suelos. La habitabilidad, que suena raro, es que no suceda otra tragedia como la de Volcán o Palma Sola, pero también que se puedan mantener los caminos, puentes y ciudades en correcto funcionamiento. Para todos estos puntos se requiere inversión de adaptación que a su vez es inversión en desarrollo.

En síntesis, y es mi opinión, en momentos como este, donde vuelve a la agenda publica el tema de cambio climático, hay que pensar que rol jugamos en él: Es posible aprovechar los bajos niveles de emisión de Jujuy para fortalecer una alianza público-privada, promover las inversiones verdes y procurar movilizar los beneficios hacia la adaptación de ciudades y sistemas productivos que nos permitan un desarrollo armónico con nuestro tiempo y circunstancia.

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