Título de un libro que me encontró en el camino, de Laura Gutman (de paso recomiendo) y que yo desmenuzo así.
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SUSCRIBITETítulo de un libro que me encontró en el camino, de Laura Gutman (de paso recomiendo) y que yo desmenuzo así.
La maternidad llega para transformarnos la vida, claro está. Todo el mundo lo dice, y lo cierto es que es indefectiblemente así.
Ya desde la gestación, quizá debido a la catarata hormonal que nos invade, quizá desde la fragilidad emocional a la que aquello nos lleva, quizá desde una creencia mental y moral, quizá desde la suma y/o la mezcla de todo eso, nos sensibilizamos profundamente. Brota un deseo de cuidarnos, de mimarnos, de atender a nuestro bienestar. Quizá por mandato, quizá por un genuino impulso de velar por nuestro cuerpo en tanto portador de otro ser, consideramos que debemos alimentarnos bien, descansar lo suficiente, liberar el estrés, hacer yoga o pilates.
Lo cierto es que surge una necesidad de “vivir bien” esos nueve meses, como si el embarazo nos habilitara a darnos esos tiempos y espacios de cuidado, como si nos diera una razón para mirar hacia adentro, una excusa (socialmente avalada) para frenar. Esa mirada interna va debilitando las capas rígidas de tinte mayormente masculino con las que nos armamos para subsistir en esta sociedad. Que nos han sido útiles sin duda, que han sido (y eventualmente SON) excelentes herramientas de acción y resolución. Pero no bastan, claro está, para el “bien vivir”.
La fragilidad del sujeto en creación dentro del vientre, la dependencia absoluta del recién nacido en nuestros brazos, nos abren un abanico de emociones olvidadas a lo largo del camino, pisoteadas y vapuleadas hasta por nosotras mismas. El instinto de preservación, de protección, de altruismo, la mirada tierna, la intuición… A veces hasta notamos mayor sensibilidad con la naturaleza, con los animales. Y es que se nos despierta la pasión por la vida, la maravilla de la creación, que estamos viviendo dentro nuestro y parece alucinante una perfección tal.
Y esa profundidad de conexión es un gran regalo que alimentar, conservar y defender. A este mundo le hace falta femineidad, le hace falta un baño de cualidades como las que nos despierta la maternidad.
Por ello invito siempre a expandir esta energía materna hacia el afuera, a animarnos a tratar con ternura a ese otro con el que nos encontramos a diario, en el trabajo, en la verdulería, en la administración pública… aunque a veces no parezca, hay un ser humano escondido detrás de ese manto encorsetado, hay una mirada noble, hay necesidad de un trato amable, de digno reconocimiento… intentemos encontrarlo, les seguro que el esfuerzo “vale la calma”.
En lugar de luchar internamente por encajar en los cánones de productividad e individualismo patriarcas, dejando encarcelado el impulso emotivo femíneo, despleguemos nuestra ternura. ES sin duda, una forma de “revolución”
Karin Gebauer
Acompañante emocional en gestaciones y nacimientos
Facebook: Karin Gebauer
Instagram: gebauerkarin
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