Tan fuerte resultó el impacto de Pelusa, la elefanta de 52 años, que murió por un problema en sus patas traseras que le impedía, entre otras cosas, reposar para dormir. Estuvo más de dos años sin recostarse. Cuando lo hizo, el sábado temprano, no se levantó más y con el aval de la Justicia, los especialistas optaron por aplicarle un sedante y cerca de la medianoche, murió.
Ante las repercusiones que se generaron por el dramático final de uno de los emblemas del zoo, las autoridades dijeron que mantendrán cerrado el tradicional jardín, ubicado en pleno corazón del Bosque platense, para avanzar con su reconversión en un “bioparque”.
Los funcionarios informaron, además, que la Municipalidad decidió levantar un altar en su memoria y depositar sus restos en el lugar donde murió después de 50 años de cautiverio.
Para Pelusa había un plan de traslado a una reserva de Mato Grosso. La iniciativa llegó tarde. No se pudo concretar el objetivo de pasara, al menos, sus últimos días entre pares. Ahora en el ex zoo platense habrá un recordatorio para ella. Un altar para mantener, en la memoria y a la vista de todos, algo que nunca debió ser.
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