Científicos del Conicet La Plata evalúan el empleo de organismos vivos - hongos - con el fin de controlar o eliminar plagas, enfermedades o malezas, y a la vez reducir cada vez más el uso de productos químicos.
"La aplicación de insecticidas químicos es una práctica muy arraigada que se empezó a cuestionar hace pocas décadas. Pensar en erradicar su uso es una utopía, pero la aparición de los llamados métodos de control biológico para las plagas va en aumento y se posiciona como un buen complemento de aquellos", explicó María Florencia Vianna, becaria del Conicet y de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata.
Vianna, que pertenece a un grupo de investigación que trabaja con hongos entomopatógenos, que afectan a insectos que dañan cultivos pero sin perjudicar a las plantas ni al resto de organismos benéficos, agregó que el principal objetivo, es "terminar con la utilización de venenos que tantas consecuencias negativas trae a nivel ecológico y sanitario".
Los sistemas en los que se está trabajando consisten en el empleo de organismos vivos con el fin de controlar o eliminar plagas, como puede ser, por ejemplo, la inserción de predadores naturales para reducir la población de determinada especie que está causando un daño específico, según un informe del Conicet.
"Estos hongos son microorganismos que se hallan en la naturaleza, nuestro trabajo comienza con un relevamiento de las cepas que están presentes en determinada zona, que en mi caso particular es el cinturón hortícola de La Plata", explicó Ana Clara Scorsetti, investigadora e integrante del mismo equipo.
Uno de los proyectos más avanzados dentro del grupo es el de Sebastián Pelizza, investigador del Conicet dedicado al desarrollo de un insecticida biológico contra la langosta migratoria, una plaga que arrasa con cultivos y vegetales.
El producto está desarrollado en base a conidios de un hongo y se aplica por rociamiento. Cuando toma contacto con la superficie del insecto, germina sobre la cutícula que lo recubre y penetra hacia su interior, invadiendo los sistemas respiratorio, circulatorio y digestivo hasta producir la muerte.
"El efecto final tarda entre 48 y 72 horas, pero la langosta que ya está infectada por el hongo deja de alimentarse a las pocas horas, entonces, si bien se la sigue viendo entre los cultivos, ya no los daña", dijo Pelizza, cuyas pruebas se realizaron en la localidad salteña de Salvador Mazza.
El Conicet detalló que esa parte del trabajo se llevó adelante junto a técnicos del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), quienes rociaron una zona con un insecticida químico comercial, al tiempo que los científicos hicieron lo mismo con el formulado en otro sitio.
Al comparar los resultados, se comprobó que el método biológico había alcanzado una mortalidad de alrededor del 70 por ciento, una tasa muy buena por ser el primer ensayo.
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