Racing todo le cuesta. No le resulta sencillo nada, ni un pase al vacío, ni una gambeta en la mitad de la cancha, ni un despeje reparador a la tribuna. Los tiempos de triunfos en continuado, que derivaron en el exitoso título doméstico del año que pasó, parecen ser parte de una obra de otra época. Le pesan las piernas, perdió frescura, extravió solidez. Por eso, el triunfo de anoche contra Tigre por 2 a 1, por la Copa Argentina, se ofrece como una catarsis, un desahogo mezclado en la bravura de estos últimos tiempos de dudas. A seis unidades de Boca y San Lorenzo, los punteros del torneo local, empezó a provocar incógnitas de todos los colores. En cuerpo y alma. Milito y Bou no deslumbran, la creación de juego está a media luz y Saja no se exhibe con la seguridad de otro tiempo. Nada grave, aunque un llamado de atención mayúsculo si se recuerda la buena estrella con la que había construido la primera parte de la Copa Libertadores, envión decisivo detrás de la vuelta olímpica doméstica. La victoria lo mantiene en carrera en un certamen que tiene un premio encantador: volver a ser parte de la Libertadores. Nada menos.
La Academia jugará en los octavos de final contra el ganador de Atlanta-Comunicaciones, una pareja de entusiastas equipos del ascenso. Días atrás, el conductor Diego Cocca había sido elocuente: "Tenemos que recuperar la tranquilidad para manejar la pelota". Y, por momentos, ese concepto se respetó, con el ingreso de Oscar Romero, el paraguayo que provocó entusiasmo con su arribo, pero que no logró consolidarse. "Hicimos una apuesta muy importante por Romero. Necesitaba una adaptación y esperemos que rinda lo que esperamos", analizó Víctor Blanco, el presidente. No brilló, pero al menos fue parte del circuito ofensivo cuando mejor actuó Racing.
Luego de un pase de Camacho, Bou abrió el marcador; es el artillero de la Libertadores, con 8 tantos, todos de acción, sin pelotas paradas y ni siquiera de cabeza. El goleador también anduvo de capa caída últimamente. Duró un suspiro el buen andar de la Academia, acorralado por el impulso de Tigre, con el Chino Luna como pieza de ataque en soledad. Encontró la paridad con un remate de Goñi, una luz entre el barullo que era la defensa de Racing. Sin embargo, el equipo que dirige Cocca no se retrasó, no sufrió el impacto.
A la salida de un córner, Grimi creó un zurdazo con alma y vida directo a un ángulo. Resultó una primera etapa movida, electrizante, con variadas situaciones, con un cambiante desarrollo. Sin el viento arrasador de días atrás, en el triunfo de San Lorenzo contra Instituto por 2 a 1, cuando la pelota volaba y se hizo complejo crear un espectáculo digno.
El final descubrió la necesidad de Racing por el triunfo, sin la pelota, sin el control de otro tiempo, pero guerrero para luchar cada balón como si se tratara de una final. Tigre cayó de pie, con hidalguía, aunque con otra realidad: de los últimos seis partidos, apenas ganó uno.
Fuente: Cancha Llena
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