Norberto Oyarbide murió ayer a los 70 años por complicaciones derivadas del Covid-19. Odiado y temido, símbolo de una era del menemismo, de los escándalos de corrupción y con el récord nefasto de mayor cantidad de pedidos de juicio político en su contra, el juez también se destacó por otro punto clave de su personalidad: las excentricidades.
Oyarbide no era un juez más. Aún cuando hay otros colegas suyos dentro del submundo de la justicia federal con escándalos similares pero perfiles mucho más discretos, el fallecido juez jamás hizo nada para ocultar sus gustos caros. Limusinas, exhibición, gastos desorbitantes. Uno de sus últimos caprichos había sido un debut como columnista en un programa de Radio 10 de Buenos Aires, donde llegaba con una botella de champagne en una frapera de cristal, vestido de frac y galera, sentado en un lujoso sillón aterciopelado y rojo furioso. No pasaba desapercibido.
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Oriundo de Villa Elisa, en Entre Ríos, Oyarbide fue un porteño de ley, cultor del bon vivant. Su "lugar en el mundo" era el spa porteño "Colmegna", el cual funcionaba casi como una oficina paralela a las que tenía en Comodoro Py. Allí se acercaron figuras de la política o el mundo empresarial para charlar. También era habitue del restaurante “Mirasol Campo & Mar”, en el exclusivo barrio porteño de Puerto Madero, donde solía cenar casi a diario. Era un fundamentalista del Champagne, presente tanto a la noche como para el almuerzo.
Vivía en un departamento que tenía muchísimos cuadros, esculturas y un piano de cola. Las paredes estaban forradas de terciopelo colorado. En el baño, contaba con una bañera de mármol de Carrara con sus iniciales incrustadas en oro, entre otras excentricidades.
En la década del 90 había quedado en el ojo de la tormenta luego de que se filtrasen a la prensa videos suyos en el cabaret Spartacus. Según la denuncia, el juez cobraba cerca de 15 mil dólares mensuales al dueño, Luciano Garbella, para brindar protección. Finalmente pudo evitar el juicio político cuando el Congreso lo absolvió el 11 de septiembre de 2001.
Durante la década pasada estuvo envuelto en un escándalo a partir de un anillo que había comprado en Uruguay, y que la prensa había valuado en casi 250 mil dólares. Lejos de ocultarlo, Oyarbide lo mostraba a todos sus empleados y exageraba el precio. Como no lo había declarado al ingresarlo al país, recibió una denuncia por contrabando y la justicia ordenó un peritaje donde se reveló que había salido ‘apenas’ $7500 dólares. No importaba, la leyenda del anillo ya había quedado instalada.
“Que se acerquen a Comodoro Py, que me denuncien. Denunciaron que tenía pisos en Puerto Madero. Se hartaron de investigar y buscar, fueron hasta los restaurantes donde yo solía comer y pedían facturas para saber qué era lo que yo gastaba”, apuntó Oyarbide acerca de las causas penales en su contra.
Oyarbide Caruso Cóppola y el Bambino bailando los Wachiturros
Además de sus excentricidades, Oyarbide se dio otros gustos en vida relacionados con el espectáculo. Amaba el arte, pero también las cámaras. En el cumpleaños del expresidente de San Lorenzo, Carlos Abdo, se lució bailando un tema de los “Wachiturros” junto a Guillermo Cóppola, Ricardo Caruso Lombardi y el “Bambino” Veira. También compartió escenario con “La Mona” Jiménez en Córdoba, donde bailó el hit “Beso a beso”.
En su última etapa en Radio 10, solía pedir que lo musicalicen con temas de Frank Sinatra. Como cantaba el viejo ‘ojos azules’, de quien era fanático, Oyarbide vivió la vida ‘a su manera’.
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